jueves, 26 de diciembre de 2013

Beckett es uno de ellos

File:Samuel Beckett, Pic, 1.jpg

Una vez intenté ver Esperando a Godot, pero no aguanté toda la obra. En otra ocasión empecé una novela de Beckett y tampoco pude terminarla, pero no me ocurrió como me pasa con otros autores, que les pongo la cruz y no quiero volver a encontrarlos, a Beckett lo quería volver a ver y de hecho, me lo encontraba de vez en cuando.
Hoy he llegado a Beckett por una cita que recoge en su obra El psiquismo creador, Héctor Fiorini. En las entrevistas que le hizo Charles Juillet, Beckett habla de la creación como de un camino que a él le condujo al borde de un acantilado y al silencio:

-La escritura me ha llevado al silencio.
Largo silencio.
-Sin embargo tengo que continuar... Estoy frente a un acantilado y tengo que seguir adelante. Es imposible, verdad. Sin embargo, se puede avanzar. Ganar unos cuantos miserables milímetros (...)

Merece la pena leer el extenso y fascinante artículo de la Wikipedia que trata de Beckett. Y la conclusión es que Beckett es uno de ellos. Beckett es un artista.

Beckett tenía un trabajo de profesor en el Trinity College y lo dejó. Se fue a viajar por Europa trabajando en lo que le fue saliendo para seguir escribiendo y dedicándose al arte y a la vida. Ésta es la definición que nos deja de la relación que él tenía con lo que podía ser una obra: «(una obra de arte) no es ni creada ni elegida, sino descubierta, destapada, excavada, porque preexiste en el artista como ley de su naturaleza. [...] El deber y la misión de un escritor (no de un artista, sino de un escritor) son los de un traductor».

Os dejo los comentarios vacíos para que habléis de Beckett, del arte o de lo que queráis.


lunes, 16 de diciembre de 2013

El síndrome MSS

EDWARD SNOWDEN

Antes que Snowden estuvieron Manning y Saviano. Podríamos hablar del síndrome MSS, Manning-Saviano-Snowden (es que si los pongo por orden cronológico saldrían las siglas SMS).

La historia es muy sencilla: un hombre inteligente descubre algo muy sórdido. Su conciencia no le deja dormir y decide comunicarlo al mundo pensando que así podrá volver a dormir y que el mundo cambiará. Resultado: el mundo es consciente de lo que ocurre hasta que llegan nuevas noticias más terroríficas todavía, pero no cambia y Manning, Saviano y Snowden no pueden volver a dormir ni a vivir tranquilos nunca.

¿Qué os parece? ¿Qué habríais hecho vosotros? Yo, la verdad, no lo sé.


domingo, 8 de diciembre de 2013

Cien mil



En las primeras horas de hoy las visitas al blog han superado las 100.000. Mientras, yo me despertaba con mi familia y mis amigos, aunque no sé por qué establezco esta distinción, en Vilafranca del Penedés.

Este blog empezó en una ciudad pequeña llamada Guadalajara que actualmente tiene 84.803 habitantes, según la Wikipedia.

100.000 son más o menos las personas que caben en el Camp Nou (ver imagen).

100.000 son aproximadamente los latidos que da mi corazón cada día.

A los 100.000 metros de altitud, es decir, a los 100 kilómetros, es el punto a partir del cual se considera que un viaje comienza a ser espacial.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Al mismo tiempo



Esta imagen viene de Postsecret. Me ha recordado un poema de Ángel González que se titula "Canción de invierno y de verano". No dejéis de pinchar en el enlace para escucharlo. También se me ha ocurrido pensar en la historia de desamor que hay detrás de la postal y me ha salido este poema:

Al mismo tiempo
no nos amamos.
Cuando yo soñaba contigo
tú dormías con otro
y aprendí a no tenerte.
Tu indiferencia me hizo ver el mundo con otros ojos
y aprendí a querer a una mujer
que me amaba.
Cuando me dijiste que me querías
era tarde.
Yo ya soñaba con otra.
Te deseaba todavía,
sí,
pero ya no quería despertar contigo.


¿Qué os sugiere a vosotros?

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Camus habría cumplido cien años





El segundo capítulo de "El Primer hombre", la novela que Camus dejó sin terminar, se titula Saint-Brieuc, el nombre de la ciudad donde está enterrado su padre. Esta novela o su gérmen viajaba en un maletín negro que salió despedido del coche de Camus cuando se chocó con un árbol el 4 de enero de 1960. El autor murió allí, pero el manuscrito, difícil de descifrar, tardó más de 30 años en empezar su vida de libro. El inicio del capítulo es inolvidable. Os lo dejo aquí:


Saint-Brieuc 
 
Cuarenta años más tarde, un hombre, en el pasillo del tren de Saint-Brieuc, 
miraba desfilar con desaprobación, bajo el pálido sol de una tarde de primavera, 
aquel país estrecho y chato, cubierto de pueblos y de casas feas que se extiende 
desde París hasta la Mancha. Los prados y los campos de una tierra cultivada 
durante siglos hasta el último metro cuadrado se sucedían ante sus ojos. La cabeza 
descubierta, el pelo cortado al rape, la cara larga y los rasgos finos, de buena 
estatura, la mirada azul y directa, el hombre, pese a la cuarentena, aún se veía 
delgado bajo su impermeable. Con las manos sólidamente apoyadas en la barra, el 
cuerpo descansando sobre una sola cadera, el pecho dilatado, daba una impresión 
de soltura y de energía. El tren aminoraba la marcha en ese momento y terminó 
por detenerse en una pequeña estación miserable. Al cabo de un rato una joven 
bastante elegante pasó por la portezuela donde se encontraba el hombre. Se 
detuvo para pasar la maleta de una mano a la otra y entonces vio al viajero. Este la 
miraba sonriendo, y ella no pudo dejar de sonreír también. El hombre bajó el 
cristal, pero el tren ya partía. «Lástima», dijo. La joven seguía sonriéndole. 
El viajero fue a sentarse a su compartimiento de tercera, donde ocupaba una plaza 
junto a la ventanilla. Frente a él un hombre de pelo ralo y apelmazado, más joven 
de lo que hacía pensar su cara hinchada y venosa, apoltronado, con los ojos 
cerrados, respiraba fuerte, evidentemente incomodado por una digestión laboriosa, 
y deslizaba de vez en cuando una mirada rápida hacia el pasajero de enfrente. En 
la misma banqueta, cerca del pasillo, una campesina endomingada, que llevaba un 
singular sombrero adornado con un racimo de uvas de cera, sonaba las narices de 
un niño pelirrojo de rostro apagado y pálido. 
Poco después el tren se detuvo y un cartelito que decía SAINT-BRIEUC apareció 
lentamente en la portezuela. El viajero se incorporó en seguida, retiró sin esfuerzo 
del portaequipaje, sobre su cabeza, una maleta de fuelle y, después de saludar a 
sus compañeros de viaje, que le contestaron sorprendidos, salió con paso rápido y 
bajó los tres peldaños del vagón. En el andén se miró la mano izquierda todavía 
manchada por el hollín depositado en la barra de cobre que acababa de soltar, sacó 
el pañuelo y se limpió cuidadosamente. Después se encaminó hacia la salida, 
alcanzado poco a poco por un grupo de viajeros de ropas oscuras y tez parduzca. 
Bajo el alero de columnas esperó pacientemente el momento de entregar su billete, 
siguió esperando que el empleado taciturno se lo devolviera, atravesó una sala de 
espera de paredes desnudas y sucias, decoradas con viejos cartelones donde 
incluso la Costa Azul parecía tiznada, y apurando el paso, salió a la luz oblicua de la 
tarde, por la calle que bajaba de la estación hacia la ciudad. 
En el hotel pidió la habitación que había reservado, rechazó los servicios de la 
camarera con cara de patata que quería llevarle el equipaje, a pesar de lo cual, 
después de que la mujer lo acompañara hasta su cuarto, le dio una propina que la 
sorprendió y devolvió la simpatía a su rostro. Después el viajero se lavó de nuevo 
las manos y volvió a bajar con el mismo paso vivo, sin cerrar con llave la puerta. En 
el hall encontró a la camarera, le preguntó dónde estaba el cementerio, recibió un 
exceso de explicaciones, las escuchó amablemente y se encaminó en la dirección 
indicada. Recorría ahora las calles estrechas y tristes, bordeadas de casas vulgares 
de feas tejas rojas. A veces algunas casas viejas de vigas aparentes dejaban ver de 
soslayo sus pizarras. Los escasos transeúntes ni siquiera se detenían delante de los
escaparates que ofrecían las mercancías de vidrio, las obras maestras de plástico y
de nailon, las cerámicas calamitosas que se encuentran en todas las ciudades del
Occidente moderno. Sólo en las tiendas de alimentación se apreciaba la opulencia.
El cementerio estaba rodeado de altos muros disuasivos. Cerca de la puerta,
puestos de flores pobres y marmolerías. Delante de una de ellas el viajero se
detuvo para mirar a un niño de aire despierto que hacía los deberes en un rincón
sobre la piedra de una lápida, virgen aún de inscripción. Después entró y se
encaminó a la casa del guardián. El guardián no estaba. El viajero esperó en el
pequeño despacho pobremente amueblado, después vio un plano que estaba
descifrando cuando entró el guardián. Era un hombre alto y nudoso, de nariz
fuerte, que olía a transpiración bajo su gruesa chaqueta cerrada. El viajero
preguntó por el sector de los muertos de la guerra de 1914.
—Sí —dijo el guardián—. Se llama el sector del Souvenir Français. ¿Qué nombre
busca?
—Henri Cormery —respondió el viajero.
El guardián abrió un gran libro forrado con papel de embalaje y siguió con su dedo
terroso una lista de nombres. El dedo se detuvo.
—Cormery, Henri, «herido mortalmente en la batalla del Marne, muerto en Saint-
Brieuc el 11 de octubre de 1914».
—Eso es —dijo el viajero.
El guardián cerró el libro.
—Venga —dijo.
Y lo precedió en el camino hacia las primeras filas de tumbas, unas modestas, otras
pretenciosas y feas, todas cubiertas de ese batiborrillo de mármol y abalorios que
deshonraría cualquier lugar del mundo.
—¿Es un pariente? —preguntó el guardián con aire distraído.
—Era mi padre.
—Lo siento.
—No, no, yo aún no tenía un año cuando murió. Así que, usted comprenderá.
—Sí —dijo el guardián—, pero da igual. Fueron demasiados muertos.
Jacques Cormery no contestó nada. Seguramente habían sido demasiados muertos,
pero en lo que respectaba a su padre, no podía inventarse una compasión que no
sentía. Desde que vivía en Francia, hacía años, se prometía hacer lo que su madre,
que había permanecido en Argelia, le pedía desde hacía tanto tiempo: ir a ver la
tumba de su padre que ella misma jamás había visto. A Jacques le parecía que esa
visita no tenía ningún sentido, ante todo, para él, que no había conocido a su
padre, que ignoraba casi todo de lo que había sido y le horrorizaban los gestos y los
trámites convencionales, en segundo lugar, para su madre, que nunca hablaba del
desaparecido y no podía imaginar nada de lo que él vería. Pero como su viejo
maestro se había retirado en Saint-Brieuc y de ese modo se le presentaba la
oportunidad de volver a verle, resolvió visitar a ese muerto desconocido e incluso
hacerlo antes de encontrar a su viejo amigo, para tras ello sentirse totalmente
libre.
—Es aquí —dijo el guardián.
Habían llegado ante un sector cuadrado, rodeado por pequeños mojones de piedra
gris unidos por una gruesa cadena pintada de negro. Las lápidas, numerosas, eran
todas iguales, unos simples rectángulos grabados, situados a intervalos regulares
en hileras sucesivas. Todas adornadas con un ramito de flores frescas.
—El Souvenir Français se encarga del mantenimiento desde hace cuarenta años.
Mire, ahí está. —Señalaba una lápida en la primera fila.
Jacques Cormery se detuvo a cierta distancia de la piedra.
—Lo dejo —dijo el guardián.
Cormery se acercó a la lápida y la miró distraídamente. Sí, era efectivamente su
nombre. Alzó los ojos. Por el cielo pálido pasaban lentamente pequeñas nubes
blancas y grises y caía una luz leve que por momentos se apagaba. A su alrededor,
en el vasto campo de los muertos, reinaba el silencio. Sólo llegaba un rumor sordo
de la ciudad por encima de los altos muros. A veces una silueta negra pasaba por 
entre las tumbas lejanas. Jacques Cormery, la mirada puesta en la lenta 
navegación de las nubes en el cielo, trataba de percibir, detrás del olor de las flores 
mojadas, el aroma salado que en ese momento venía del mar lejano e inmóvil, 
cuando el tintineo de un cubo contra el mármol de una tumba lo sacó de sus 
ensoñaciones. Fue en ese momento cuando leyó sobre la lápida la fecha de 
nacimiento de su padre, percatándose entonces de haberla ignorado. Después leyó 
las dos fechas, «1885-1914», e hizo maquinalmente el cálculo: veintinueve años. 
De pronto le asaltó un pensamiento que lo sacudió incluso físicamente. El tenía 
cuarenta. El hombre enterrado bajo esa lápida, y que había sido su padre, era más 
joven que él.




El 7 de noviembre Camus habría cumplido 100 años. 

¿Qué historia de vuestro padre os sugiere todo esto?

viernes, 22 de noviembre de 2013

¿Hacer algo o no hacer?


¿Hacer algo o no hacer?

Es mejor hacer.

Este vídeo de Macaco y la Unidad de oncología del Hospital Sant Joan de Deu busca recaudar fondos para atender mejor a sus pacientes. Os pego algunas de sus palabras:


Los sueños cambiaron el destino de los hombres y de las naciones.

Si dicen perdido, yo digo buscando.

Si dicen no llegas, de puntillas alcanzamos.

Seguiremos.

Hoy sabemos que lo importante es soñar, liberar nuestro inconsciente.

Si dicen caíste, yo digo me levanto.

Si dicen dormidos, mejor soñando.


Si dicen perdido, yo digo buscando.

Es lo que hago.


¿Qué hacéis vosotros?


sábado, 16 de noviembre de 2013

Lucha libro en el CBA


Si os dan una imagen -en este caso de la Puerta del Sol con gente alejándose de la cámara- y os dan tres minutos para escribir un microrrelato que tenga que ver con ella, a lo mejor os parece muy poco tiempo, pero la verdad es que resulta suficiente para escribir una historia.
En la foto están los dos finalistas del Lucha libro del festival Eñe del Círculo de Bellas Artes disponiéndose a escribir y a permitir que el público vea su trabajo en la pantalla que tienen detrás cuando desaparezca la fotografía inspiradora.
Ganó el de la derecha con su capucha después de vencer también en los dos combates anteriores.
Escribió un texto muy similar a éste (no es exacto porque no lo pude fotografíar y lo he tenido que reconstruir):

Todo lo que él escribía por la mañana y que podía llevarle horas, ella lo borraba por la noche, en un instante.
Cuando ella pasó por Sol con su maleta azul se le quedó mirando con cara de no creerse nada. No miró a los otros chaperos. Sólo lo miró a él y se acercó. "¿Por dónde se va a la Plaza Mayor?", le preguntó y con esas palabras lo sacó de allí. Dejó de ser un chapero y empezó a ser Dani. La acompañó y pasaron el día juntos. Y también otros muchos días.
Escribieron juntos la novela de su aventura, pero una noche ella la borró y no quedó nada.

La gente votó a mano alzada y como os he dicho ya, sacó más votos el de la derecha.
¿No lo reconocéis?
¡¡¡Soy yo!!!
Y me gané un curso de escritura en Fuentetaja.
Ya os contaré cómo va.
Por cierto, que en los comentarios podéis escribir más historias inspiradas en la imagen de la Puerta del Sol, pero como es muy probable que escribáis un relato mejor que el mío, lamento deciros que no voy a compartir el premio.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Relatos de terror esta noche



Esta noche, como hace un año, se leerán relatos de terror dentro del festival EÑE. Es posible que nos sentemos en las escaleras del Círculo de Bellas Artes y que después de leer unos cuantos relatos acabemos pasándonos ese libro de Fernando Iwasaki que se llama "Ajuar funerario" en el que cada microrrelato condensa un capítulo de la historia de la literatura de terror o del terror humano mismo.
Por ejemplo, he preparado para leer el inicio de la novela "Soy leyenda" de Richard Matheson:

I - Enero de 1976

1

     En aquellos días nublados, Robert Neville no sabía con certeza cuándo se pondría el
sol, y a veces ellos ya ocupaban las calles antes de que él regresara. Durante toda su
vida, la hora del crepúsculo estaba relacionada con el aspecto del cielo, y por lo general,
prefería no alejarse demasiado.
     Paseaba alrededor de la casa, bajo una luz grisácea y débil, con un cigarrillo en la boca
y un hilo de humo por encima del hombro. Comprobó que las ventanas no tuvieran alguna
madera suelta. Los ataques más violentos dejaban tablones rotos o medio arrancados, y
debía remendarlos. Odiaba esta tarea. Hoy afortunadamente, sólo faltaba un tablón.
     Cuando estuvo en el patio revisó el invernadero y el depósito de agua. A veces los
hierros que cubrían el depósito se aflojaban y las cañerías estaban retorcidas o rotas. A
veces, en el invernadero, las piedras que arrojaban por encima del muro agujereaban los
cristales y había que cambiarlos.
     Pero el depósito y el invernadero estaban intactos en esta ocasión.
     Regresó a la casa. Cuando abrió la puerta de calle apareció en el espejo una imagen
de sí mismo absolutamente distorsionada. Hacía un mes que había colgado allí aquel
espejo agrietado. Al cabo de pocos días, algunos trozos caían en el porche. Puede caer
entero, pensó. No tenía idea de colgar allí otro maldito espejo; no valía la pena. En
cambio, había puesto algunas cabezas de ajo. Darían mejor resultado.
     Cruzó lentamente la sala, sumida en el más absoluto silencio, dobló por el oscuro
pasillo de la izquierda, y entró en el dormitorio.
     En otro tiempo, la habitación había estado abarrotada de adornos, pero ahora todo era
completamente funcional. Como la cama y el escritorio ocupaban muy poco espacio,
había convertido una pared en almacén.
     En el estante se podía encontrar un serrucho, un torno y una piedra de esmeril. Y en la
pared, un muestrario completo de herramientas.
     Neville cogió el martillo y encontró, en medio del desorden de una caja, unos cuantos
clavos. Volvió a salir, y clavó rápidamente el tablón que se había estropeado, arrojando
los clavos restantes en la derrumbada puerta próxima.
     Permaneció allí durante un rato, de pie en el jardín, contemplando la calle larga y
silenciosa. Era un hombre alto, tenía treinta y seis años y su ascendencia era inglesa y
alemana. En su rostro, nada llamaba especialmente la atención, excepto la boca, ancha y
firme, y los brillantes ojos azules, que observaban ahora las ruinas de las casas vecinas.
Las había quemado para evitar que se acercaran por los tejados.
     Pasados algunos minutos, respiró hondo y volvió a entrar. Arrojó el martillo sobre el
sofá de la entrada, encendió otro cigarrillo y tomó la copa de la media mañana.
     Poco después entró en la cocina de mala gana. Debía deshacerse de la basura
acumulada en el vertedero. Debía también quemar los platos y vasos de papel, y quitar el
polvo a los muebles, y lavar el fregadero y la bañera, y cambiar las sábanas y la funda de
la almohada. Pero vivía solo, y esas cosas podían esperar.


     A mediodía, Neville estaba en el invernadero recogiendo cabezas de ajo.
     Al principio su estómago no podía soportar el olor de ajo. Ahora lo tenía impregnado en
las ropas, y a veces pensaba que hasta en la piel, y casi no lo notaba.
     Cuando le pareció que tenía suficientes volvió a casa y los colocó en el vertedero.
Accionó el interruptor de la pared. La luz vaciló unos instantes antes de brillar
normalmente. Neville dejó escapar un chasquido de disgusto entre las mandíbulas
apretadas. Otra vez el generador. Tendría que repasar el maldito manual y comprobar los
cables. Y si la reparación era demasiado complicada, debería comprar un nuevo
generador.
     Se sentó, malhumorado, en un taburete junto al vertedero y sacó un cuchillo. Primero,
fue separando los pequeños dientes rosados entre sí, luego los cortó por la mitad. El acre
y penetrante olor inundó la cocina. Puso en funcionamiento el acondicionador de aire y la
atmósfera quedó bastante limpia.
     Luego, con un punzón, practicó un agujero en cada mitad de diente y las atravesó con
un alambre hasta formar unos veinticinco collares.
     En un principio colgaba estos collares en los cristales, pero la pedrea le había obligado
a tapar todos los cristales con madera terciada. Finalmente había sustituido estas
maderas por tablones, con lo que la casa se había convertido en un lúgubre sepulcro;
pero había puesto fin a aquella lluvia de piedras y vidrios rotos que entraba todas las
noches en las habitaciones. Y una vez instalados los tres acondicionadores de aire, se
pudo respirar mejor. Un hombre puede acostumbrarse a todo.
     Cuando tuvo terminados los collares, salió y los clavó en los tablones de las ventanas,
y retiró luego los viejos porque ya habían perdido casi todo el olor.
     Realizaba este trabajo dos veces por semana. No había otra forma de defenderse
mejor que ésta, por el momento.
     ¿Defenderse?, pensaba a menudo. ¿Para qué?
     Durante la tarde pasó el rato haciendo estacas.
     Con la ayuda del torno reducía los tarugos de madera a estacas de veinte centímetros.
Luego les afilaba la punta en la piedra de esmeril.
     Era un trabajo agobiante y monótono, y el aserrín flotaba en el aire con su tibio olor y le
penetraba los poros y los pulmones, y le provocaba la tos.
     Pero las estacas nunca alcanzaban, independientemente de las que hiciese. Y los
tarugos escaseaban cada vez más. Pronto tendría que usar tablas. Pensó, irritado, que
eso sería el colmo.
     Todo era demasiado deprimente y debía pensar en cambiarlo. ¿Pero cómo, si no podía
dedicar ni un minuto a pensar?
     Mientras torneaba, el altavoz del dormitorio dejaba llegar el sonido de la Tercera, la
Séptima y la Novena de Beethoven. Con la música llenaba el terrible vacío del tiempo.
     A partir de las cuatro de la tarde empezó a contemplar el reloj de pared. Trabajaba en
silencio, con los labios apretando el cigarrillo, los ojos clavados en el taladro que mordía la
madera sembrando el suelo de un polvo blanquecino.
     Las cuatro y cuarto. Las cuatro y media. Las cinco menos cuarto.
     Sólo faltaba una hora y los asquerosos bastardos rodearían la casa. Tan pronto como
se pusiera el sol, aparecerían.



Cuando vi la versión cinematográfica de esta novela de los años cincuenta se me pusieron los pelos de punta en más de una ocasión. ¿Qué películas o historias han tenido el mismo efecto sobre vosotros?

sábado, 9 de noviembre de 2013

Aforismos de Chejóv



Entre los insectos, el gusano se vuelve mariposa; entre los humanos, por el contrario, es la mariposa la que se vuelve gusano.


Si la humanidad ha llegado a concebir la historia como una serie de batallas, es porque antes consideró que la lucha es esencial para la vida.


La universidad desarrolla todas nuestras capacidades, incluso la idiotez.


La muerte nos causa espanto. Pero sería aun más espantoso saber que viviremos eternamente, sin morir una vez sola.


Más vale morir a manos de un imbécil, que recibir de él un solo halago.


Todo es mejor allí donde no estamos; el pasado sólo puede parecernos maravilloso cuando lo dejamos atrás.


Se dice: al final del final la verdad triunfará. Pero no es cierto.


La vida nos parece grande, inmensa, y la pasamos siempre ahí, sobre el mismo pequeño mendrugo de tierra.


El cuñado, después de la cena: “Todo llega a su fin en este mundo. Recuérdenlo: quien se enamora, sufre, se equivoca, se arrepiente; y quien deja de amar, recuérdenlo también, comprende que ha llegado el fin de todo”. La amante del cuñado encanecía. El cuñado aún era muy bello.



El ejercicio de hoy será disfrutar de los aforismos de Chejóv y darle la vuelta a alguno de ellos. Si empezáis como Chejóv, cómo podéis terminar:

Todo es mejor allí donde no estamos...
Más vale morir a manos de un imbécil...
La vida nos parece grande, inmensa...

domingo, 3 de noviembre de 2013

The road not taken


Hoy os traigo un texto en inglés de Robert Frost:

The road not taken

Two roads diverged in a yellow wood,
And sorry I could not travel both
And be one traveler, long I stood
And looked down one as far as I could
To where it bent in the undergrowth;

Then took the other, as just as fair
And having perhaps the better claim,
Because it was grassy and wanted wear;
Though as for that the passing there
Had worn them really about the same,

And both that morning equally lay
In leaves no step had trodden black.
Oh, I kept the first for another day!
Yet knowing how way leads on to way,
I doubted if I should ever come back.

I shall be telling this with a sigh
Somewhere ages and ages hence:
Two roads diverged in a wood, and I —
I took the one less traveled by,
And that has made all the difference.


Es un poema famosísimo que habitualmente se conoce en español como "El camino no elegido" (Aquí hay una traducción posible). Yo lo encontré en una referencia de "El club de los poetas muertos" que si no la habéis visto, la tenéis que ver. Me quedo con la última estrofa que yo traduzco así:


Lo contaré con un suspiro
durante años y siglos:
dos caminos se separaban en el bosque, y yo,
yo elegí el menos transitado,
y eso lo cambió todo.


Os invito a hablar de cruces, caminos, caminos no tomados y caminos elegidos.

lunes, 28 de octubre de 2013

Morir cada día



Este fotograma es del corto Morir cada día de Aitor Etxeverría. El otro día, en un congreso de patología dual, vino el director y comentó muchas cosas relacionadas con su corto y la verdad es que fue muy interesante.

Os pido que cuando podáis le dediquéis los doce minutos que dura. Hasta entonces no sigáis leyendo.

Este corto cuenta más por lo que no dice y por las palabras que faltan que por lo que se dice, que es aparentemente mucho, pero no. Lo que se silencia, las expresiones de los actores, su calma resignada ante al catástrofe que vive con ellos y los ruidos de la mesa nos cuentan la historia, que se queda con nosotros cuando ya se ha terminado el vídeo.

Se puede morir cada día de muchas formas. Ésta de ocultar los problemas y no resolverlos es una muy común.

Podéis escribir algo que se titule "morir/vivir cada día". ¿Qué os parece?

Por cierto, que Etxeverría está preparando un largometraje que de momento se si titula Desmontando un elefante, que es la historia de estos personajes cinco años después.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Yo sé que existo



Yo sé que existo
porque escribo esto,
porque cuando hablo
mis amigos me responden,
porque cuando lloro
tú me abrazas,
porque cuando hablan mis hijos
yo estoy con ellos
y los escucho.

Esto es sólo un intento, vosotros podéis hacer el vuestro.
Por ejemplo, así es como hizo Ángel González este ejercicio:


Muerte en el olvido
Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.

Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa.
Verán viva
mi carne,
pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo- el que la habita...

viernes, 18 de octubre de 2013

Pocos días, pocas palabras

El texto del anuncio dice:

“Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión”. Así acaba el último libro de Mario Vargas Llosa y así comienza tu historia. Arranca la Primera Edición Internacional de Microrrelatos de Prisa Radio. Crea un relato de no más de 100 palabras a partir de la frase con la que termina El Héroe discreto y gana un premio de 3.000 dólares. Tienes de plazo hasta el 20 de octubre.

Ya veis que quedan pocos días, pero son pocas palabras. Es curioso, pero esto podría ser también una poética de la posmodernidad en la que es imprescindible lo breve por la rapidez real o aparente con la que pasa todo: Pocos días, pocas palabras.

Podéis colgar vuestro microrrelato aquí y si ganáis os acepto una cerveza.


martes, 8 de octubre de 2013

Lucha libro


Esteban me ha pasado esta historia. No os perdáis el audio que incluye aunque está casi todo en inglés.

Por lo visto, en Perú hacen un concurso de escritura que más bien parece un combate y lo llaman "Lucha libro". Aspirantes a escritor encapuchados como luchadores de lucha libre se enfrentan a tres palabras que deben combinar durante cinco minutos. El que pierde se tiene que quitar la máscara. El que gana sigue la semana siguiente y el que gane la final del concurso publicará un libro y revelará su identidad.

¿Hay algún editor que se atreva a organizar algo así aquí?

En el artículo cuentan que a un aspirante le tocan estas tres palabras: mono, billete de avión y diccionarios. ¿Qué se os ocurre? Pero atención, en sólo 5 minutos...

miércoles, 2 de octubre de 2013

fragmentos nómadas


Hoy he encontrado este blog que aunque se titula "fragmentos escritos", su página es http://fragmentosnomadas.tumblr.com/. Me ha gustado tanto que lo he incluido en la categoría de páginas imprescindibles si te gusta escribir aquí abajo a la derecha.

Tiene un texto de Julio Ramón Ribeyro que me ha agarrado por la pechera (Prosas apátridas (2)):

Vivimos en un mundo ambiguo, las palabras no quieren decir nada, las ideas son cheques sin provisión, los valores carecen de valor, las personas son impenetrables, los hechos amasijos de contradicciones, la verdad una quimera y la realidad un fenómeno tan difuso que es difícil distinguirla del sueño, la fantasía o la alucinación.


La he leído varias veces y he pensado que hay con gente con la que cuando estoy, esta frase no me toca. Gracias por existir, amigos.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Mensaje de la biblioteca



Desde la Biblioteca de Guadalajara, Sagrario me pide que cuelgue este mensaje:



Una vez finalizada la reunión para la continuidad o no del taller de escritura, a la que han asistido 4 personas, os resumo las conclusiones. Hay intención de continuar pero falta coordinador con propuestas y más personas para formar grupo.


Si estáis interesados en que siga el taller y tenéis alguna idea de cómo hacerlo, contactar en este correo: sdlucas@jccm.es, tfno. 949885606.


Un saludo Sagrario



Yo sólo puedo decir que seguramente habrá alguien relacionado con el mundo de las letras o del periodismo que le guste escribir y que le apetezca coordinar el club de escritura en la biblioteca. Yo os animo porque los años que lo he coordinado lo he pasado muy bien y he aprendido mucho. Y si queréis ejercicios para el taller, yo os regalo los de este blog.

sábado, 21 de septiembre de 2013

La habitación oscura



Isaac Rosa habla de su última novela, "La habitación oscura", en Carne Cruda 2.0. Aquí encima tenéis el enlace.

Os copio un fragmento de la entrevista:

"...Yo es que creo que ni siquiera hemos soñado, han soñado por nosotros. Hemos aceptado un futuro en el que no habíamos puesto nada... nos habían dado un futuro, nos lo habían puesto ahí delante para que camináramos hacia él y lo dimos por bueno. Crecimos, nos educaron, en unas promesas, en unas expectativas que de pronto se han derrumbado y se nos han caído encima y no sabemos ahora con qué sustituirlas. No sabemos qué futuro nos espera. Nos han cambiado el futuro rosa por un futuro negro pero en realidad ese tampoco es nuestro. También nos lo han dado. No hemos elegido todavía nuestro futuro, no hemos elegido lo que queremos ser, lo que queremos hacer. De ahí viene buena parte de nuestra decepción. Nos damos cuenta de que nosotros también tenemos nuestra parte de responsabilidad en lo que nos ha pasado."

A pesar de lo dicho, yo estoy esperanzado porque es el momento de inventar.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Parar


Amigos del Club de Escritura de la Biblioteca de Guadalajara,

he decidido dejar de hacerme cargo del Club de Escritura presencial de la Biblioteca de Guadalajara. En la Biblioteca me han pedido vuestros correos y os convocarán a una reunión.

Siento mucho interrumpir la actividad después de seis años, pero he decidido parar. He sido muy feliz en los talleres y os tengo que agradecer todo lo que he aprendido con vosotros que ha sido muchísimo como puede comprobarse a lo largo y ancho de este blog.

Creo que no sería necesario dar más explicaciones, como no las di cuando empecé, pero creo que parar y cambiar de vez en cuando es necesario para saber mejor lo que uno quiere hacer. En ello estoy.

De todos modos, el blog seguirá funcionando igual y no descarto hacer algún taller de escritura puntualmente. Ya os iré contando.

Un abrazo.

martes, 10 de septiembre de 2013

¿Por qué no viajar?

illustrated travel quotes martin buber dorothy sanders



Todos sabemos que se puede viajar sin salir de tu ciudad, aunque no es lo mismo. En esa maravilla que es maptia blog se pueden encontrar entre otras cosas 13 citas que animan a viajar, a no apoltronarse. Una de ellas es la de la imagen: "Todo viaje tiene destinos secretos de los que el viajero no es consciente". Os traduzco alguna más:

"Dentro de veinte años estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste que por las que sí hiciste. Así que suelta amarras y navegando deja atrás el puerto seguro, coge los vientos alisios con tus velas, explora, sueña, descubre." Mark Twain.

"El mundo que hay ahí fuera es muy grande, sería una pena no experimentarlo" JD Andrews.

¿Y ahora qué?

miércoles, 4 de septiembre de 2013

KEEP CALM AND...



Este ejercicio es para todos los que veis el blog y no os atrevéis a hacer los ejercicios. El ejercicio de hoy es muy sencillo y además existe una máquina que os va a ayudar.
Sólo tenéis que entrar en esta página, modificar el texto y los colores y darle al botón.
Luego mandadnos el enlace de vuestro KEEP CALM en los comentarios.
Yo por mi parte he hecho uno en inglés (dicho sea de paso, se me había ocurrido KEEP CALM AND ETC. pero ya estaba inventado) y lo he traducido:



jueves, 29 de agosto de 2013

Si eres creativo, tienes más boletos


Si eres creativo, tienes más boletos.
Hay gente que se ríe de la creatividad como si fuera algo innecesario, algo que estorba y quizá tengan razón, al menos desde su perspectiva.
Otros encontramos que sin creatividad, sin buscarle los tres pies al gato, la vida sería un coñazo.

Como sabéis, éste es un tema que me interesa. Hoy os traigo el caso de Germán. Un chaval chileno de 23 años que sube vídeos a Youtube todas las semanas y tiene millones de visitas. Su vídeo más visto es éste de las adicciones con más de 18 millones de visitas. A mí me encanta.

¿Qué hace uno con las cosas que se le ocurren? Germán lo cuenta muy bien en su autobiografía. Claro que confiesa que "antes de youtube solía creer que nadie me entendía y que mi sentido del humor era extraño y a nadie le agradaba".
El tema es encontrar formas de expresión en nuestra vida. No todas van a ser tan rentables económicamente como la de Germán, pero el dinero no lo es todo. La mejor manera de utilizar nuestras energías y nuestra creatividad es convertir nuestra vida en un lugar maravilloso para nosotros y para todos los que queremos. Eso sí que es el colmo de la creatividad: crear un mundo mejor, o al menos, un mundo más divertido y más feliz.
Está claro. Si eres creativo, tienes más boletos.




jueves, 22 de agosto de 2013

El silencio




El Silencio Que Queda Entre Dos Palabras
Roberto Juarroz

El silencio que queda entre dos palabras
no es el mismo silencio que envuelve una cabeza cuando cae,
ni tampoco el que estampa la presencia del árbol
cuando se apaga el incendio vespertino del viento.

Así como cada voz tiene un timbre y una altura,
cada silencio tiene un registro y una profundidad.
El silencio de un hombre es distinto del silencio de otro
y no es lo mismo callar un nombre que callar otro nombre.

Existe un alfabeto del silencio,
pero no nos han enseñado a deletrearlo.
Sin embargo, la lectura del silencio es la única durable,
tal vez más que el lector.



Hoy os regalo un poco de estar a solas. Un poco de silencio.


Gracias Roberto por la sugerencia.


El ejercicio lo ponéis vosotros.

viernes, 16 de agosto de 2013

Proyectos



Hace muchos años, unos 16 ó 17 me planteé el proyecto de traducir este libro de Bukowski. Es un libro de poemas de 400 páginas publicado en 1992. El caso es que lo terminé de traducir y casi lo publicó una editorial, pero se quedó en el casi. Años después otra editorial publicó una versión que no era la mía.
Hoy he encontrado la traducción entera en un formato que ya está en desuso pero que he podido convertir a .doc y éste es el primer poema:

Atasco
esa autopista Harbor sur a través de los
suburbios -de verdad, puede convertirse en algo realmente
increíble.
el viernes pasado por la tarde estaba sentado allí
quieto detrás de un muro de faros rojos,
ni siquiera nos movíamos en primera
mientras masas del humo de los escapes
oscurecían el aire de la tarde, motores
recalentados
y olía a embrague
quemándose
en alguna parte-
me parecía que delante de mí-
de la larga lenta subida de la autopista donde
los coches iban
de primera a punto muerto
una y otra vez
y de punto muerto a
primera.

en la radio oí las noticias
del día
al menos seis veces, conocía
bien los problemas del
mundo.
las emisoras que quedaban ponían una
música vacía, enferma.
las emisoras clásicas se negaban a aparecer
con claridad
y cuando lo hacían
era con rancias repeticiones de obras aburridas y
estándar.

apagué la radio.
un extraño vértigo empezó en mi
cabeza -algo giraba detrás de mi frente, con las
agujas del reloj pasó por las orejas y alrededor
del cogote, entonces volvió a la frente
y repitió todo el giro
otra vez.
empecé a preguntarme, ¿es esto lo que sucede
cuando uno se vuelve
loco?
pensé en bajarme del coche.
estaba en el que llaman carril
rápido.
podía verme a mí mismo ahí afuera
fuera del coche
apoyado en la mediana,
con los brazos cruzados.
entonces me resbalaría hasta la posición de
sentado, poniendo la cabeza entre
las piernas.

me quedé en el coche, me mordí la lengua, volví
a encender la radio, quise que todo aquel girar
parase
mientras me preguntaba si alguno de los otros tenía que
luchar contra sus
compulsiones
como yo.

entonces el coche que tenía delante
SE MOVIO
¡un palmo, 2 palmos, 3 palmos!

metí primera
¡y se hizo el MOVIMIENTO!
entonces volví a punto muerto
PERO
nos habíamos movido de 2 a
tres metros.

oyendo las noticias del mundo por
7ª vez
todo seguía mal
pero nosotros que lo escuchábamos
podíamos soportarlo de nuevo
porque sabíamos
que no había nada peor que
mirar
la misma matrícula
la misma cabeza muda pegada
al reposacabezas
en el coche de delante
mientras el tiempo se desvanecía
mientras la aguja de la temperatura se inclinaba
más a la derecha
mientras la aguja de la gasolina se inclinaba
más a la izquierda
mientras nos preguntábamos
de quién sería el embrague que se
quemaba.

éramos como el último,
enorme dinosaurio
arrastrándose débil hacia su guarida en algún lugar
de algún modo, puede que
a

morir.


Las propuestas para escribir hoy después de leer este poema del viejo Bukowski son varias: escribir sobre proyectos o sobre atascos, preferentemente con un estilo directo y claro como el de este autor.

domingo, 11 de agosto de 2013

Libro del mes II: El libro de los abrazos



Me regalaron El libro de los abrazos con un cálido abrazo. Lo leí, lo disfruté, lo releí y lo presté. Entonces me abandonó físicamente, pero siempre viene conmigo. Desde que tengo una copia en pdf releo fragmentos, como no puede ser de otro modo con los libros de Galeano, y me detengo muchas veces en estos dos, el primero muy conocido, el segundo, menos:

Los nadies
Sueńan las pulgas con comprarse un perro y sueńan los nadies
con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la
buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la
buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mańana, ni nunca, ni en
lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la
llamen y aunque les p ’que la mano izquierda, o se levanten con el
pie derecho, o empiecen el ańo cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueńos de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre,
muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no habían idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la
prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

Avisos
Se vende:
- Una negra medio bozal, de nación cabinda, en la cantidad de
430 pesos. Tiene principios de coser y planchar.
- Sanguijuelas recién venidas de Europa, de la mejor calidad, a
cuatro, cinco y seis vintenes una.
- Un coche, en quinientos patacones, o se cambia por una negra.
- Una negra, de edad de trece a catorce ańos, sin vicios, de nación
bangala.
- Un mulatillo de edad de once ańos, con principios de sastre.
- Esencia de zarzaparrilla, a dos pesos el frasquito.
- Una primeriza con pocos días de parida. No tiene críatura, pero
tiene abundante y buena leche.
- Un león, manso como un perro, que come de todo, y también una
cómoda y una caja de caoba.
- Una criada sin vicios ni enfermedades, de nación conga, de edad
como de dieciocho ańos, y asimismo un piano y otros muebles, a
precios cómodos.

(De los diarios uruguayos de 1840, veintisiete ańos después de la
abolición de la esclavitud.)


El libro es una bendición así que os invito a ponerlo en vuestra mesilla y mirar a través de él alguna noche de éstas. Ah, y contadnos vuestras historias de abrazos.

Un abrazo

viernes, 2 de agosto de 2013

Regalo de cumpleaños: el Congreso de los Imputados


Regalos de cumpleaños hay muchos y muy diversos. Por ejemplo, Ted Hughes le escribió Cartas de Cumpleaños a su malograda primera esposa, Sylvia Plath, durante años, después de su suicidio. Es uno de los libros más tristes y conmovedores que se pueden leer y, creedme, Hughes no era el monstruo que algunos dicen, a pesar de que su segunda mujer también se suicidó; era más bien un hombre desorientado y atractivo en este mundo de mujeres y hombres desorientados.
Pero hoy es mi cumpleaños y me he regalado este poema visual, ya que no tengo el valor de encaramarme y pintarlo de verdad en el Congreso.
Algo es algo.

El ejercicio de hoy no consiste en que me regaléis nada, ya me gustaría, sino en que habléis de algún regalo de cumpleaños. Por cierto, que mi regalo favorito es éste.

jueves, 25 de julio de 2013

El mundo de los microrrelatos





El audio que os pego aquí es la final del concurso de microrrelatos de la cadena SER (los relatos están a partir del minuto 23). Merecen la pena los relatos ganadores de cada mes, aunque si preferís leerlos en vez de que os los lean están aquí.

Os pego un par:

Trillizos

No, claro que no queremos pensarlo demasiado ni tampoco llevarle la contraria a nadie pero si papá ha dicho que nunca va a volver y mamá que está en el cielo, ¿qué hace ahí fuera Lucas arañando la ventana?


Iñigo Ortiz de Apodaca Corcuera



Cosas de niños

Déjala a ella que sea pájaro, dijo el padre para zanjar la discusión entre hermanos. Mientras sonaba la alarma del horno, hubo tiempo suficiente para subirse al poyete de la ventana.
-¿Estás lista? preguntó a su hermana.
-¿Seguro que estas alas de cartón no son muy pequeñas?
-¡Salta! Antes de que vuelva papá.


Cayetano Mingorance García



Y os dejo espacio para dejar algún microrrelato en los comentarios

jueves, 18 de julio de 2013

Soy un escritor frustrado



Soy un escritor frustrado.
Y esta circunstancia ha determinado en gran medida mis difíciles relaciones con
el mundo exterior. Si hubiera podido satisfacer mi pasión por la escritura no estaría
ahora donde estoy.
Para empeorar las cosas, soy profesor de Literatura en la Universidad Autónoma
y, además, un excelente crítico. No hay nada tan frustrante como esto: tener que
enfrentarse cada día con brillantes ejemplos de individuos que son todo lo que uno
quisiera ser y que han conseguido todo lo que uno nunca podrá conseguir. Es triste
constatar que las mil y una veces que he intentado comenzar una novela no he pasado
nunca de la segunda página sin tener la firme convicción de que lo que escribía era
bazofia. Y lo sé porque soy buen crítico. Para ser escritor no basta con rellenar folios
y embuchar palabra tras palabra, cosa que cualquiera puede hacer, sino que hay que
tener un "algo" especial -llámese "duende" o inspiración, o como se quiera- que yo
no tengo y que nunca tendré. Puedo, trabajosamente, sacar adelante mis artículos
y mis trabajos académicos, pero soy sencillamente incapaz de escribir un buen cuento.
Y no es que me falte imaginación -al contrario, tengo muy buenas ideas-, pero al
ponerme delante del ordenador algo falla: las palabras no salen, y si salen conforman
horrorosos principios que desecho sistemáticamente sin conseguir darle nunca la
expresión adecuada a mis ideas. También he intentado escribir completamente
borracho, pretendiendo creer en el mito de la ebriedad, pero el resultado ha sido
siempre el mismo, y esta impotencia creativa me provoca un sentimiento de profundo
disgusto conmigo mismo que se va acrecentando a medida que sigo intentando
escribir, hasta que ya no aguanto más y, preso de una irracional furia, golpeo el
ordenador.
Por todo esto, cuando conocí a Marian, hacía ya mucho tiempo que había dejado
de escribir, refugiándome cada vez más en el alcohol, circunstancia que se había
hecho célebre en el departamento, donde mi volubilidad de carácter y mi inestabilidad
emocional me habían granjeado numerosas enemistades entre los demás profesores.
Sin embargo, aunque parezca increíble, mi aura de malditismo seguía atrayendo a
suficientes alumnos, de tal manera que su número se mantenía de año en año.
Cuando pienso en Marian, todavía se me pone la carne de gallina. Tengo grabadas
en la memoria dos imágenes suyas: una en color, sentada en primera fila de clase,
mirándome fijamente, siempre sonriendo; otra, en blanco y negro, en el sótano de mi
casa de la sierra, tosiendo sangre, pálida como un fantasma en mitad de aquella
habitación húmeda y maloliente. Entre ambas imágenes me vienen a la memoria una
serie de acontecimientos que ahora intentaré ordenar para darles un sentido.
Ana había sido mi novia durante años. Era una chica normalita, con muy buen
tipo y un gran defecto, que era quererme demasiado. Vivíamos juntos desde hacía un
año y ella se había convertido en el vertedero emocional de todas mis frustraciones.
Cada vez que teníamos una bronca -y esto ocurría a menudo- yo no dejaba de echarle en
cara que con ella no tenía nunca la tranquilidad de espíritu necesaria para llevar a cabo
mi actividad creativa. En una de estas, Ana, a punto de llorar, exclamó:
-Pero si tienes todas las tardes para trabajar. Últimamente como en casa de mis
padres, sólo para no agobiarte. ¿Qué más quieres que haga? Cuando me quedo en
casa te encuentro de malhumor, te saludo y ni siquiera levantas los ojos de tu libro.
Cocino siempre yo, para que no pierdas tiempo, y tú comes deprisa y de mala gana,
y luego te vas corriendo con eso de que tienes que preparar la clase de mañana. Me
acuesto sola y la mitad de los días me despiertas a gritos porque no puedes escribir.
Esto es insoportable: yo no puedo seguir así. Tengo la impresión de que siempre te
estorbo. Intento dejarte solo todo el tiempo que me es posible, pero no puedo
desaparecer. Encima, hoy no me encuentro bien. Me gustaría que me prestaras a
veces algo de atención, no mucha, un poco de cariño, para que me diera cuenta de
que soy algo más que tu cocinera particular. Porque yo existo, ¿lo entiendes? ¡Existo!
-Ese es el problema.
Ana me dirigió una mirada llena de odio. Secándose las lágrimas, entró en
nuestra habitación, sacó una maleta del altillo del armario empotrado y empezó a meter
cosas: jerseys, camisetas, ropa interior y demás parafernalia.
-Me voy -dijo-. Esta vez no puedo más.
-Márchate. Púdrete. No te necesito para nada. Al menos así tendré tiempo para
escribir.
Ana me miró. La voz le temblaba.
-J, he vivido contigo durante un año entero y todavía no te he visto escribir dos
líneas seguidas.
-¡Porque tú no me dejas! Tu presencia me anula. Te pasas el puto día queriendo
hacer cosas. Ir al cine, ir a cenar, ver a los cretinos de tus amigos y a la bruja de tu
madre, dar paseos por el Retiro, las excursiones de los fines de semana... Dime, ¿de
verdad crees que así se puede trabajar?
-Te estás pasando, J.
-Si es que sólo piensas en "hacer cosas". No puedes estarte dos minutos tranquila
sin morderte las uñas. Sólo verte pondría nerviosa a una momia. ¿Cómo voy a
concentrarme con alguien como tú moviéndose por toda la casa? Es imposible vivir
contigo.
-Y tú qué te crees, ¿que es fácil vivir contigo? Estoy harta de tus problemas y de
tus borracheras. Te pasas el puto día mirándote el ombligo. Eres incapaz de quererme.
-¿Y quién te va a querer a ti? ¿Te has mirado últimamente al espejo?
-Te estás pasando, J. Te estás pasando.
-¡Bah! -exclamé. Di un portazo al salir de casa y comencé a bajar las escaleras.
Ana abrió la puerta detrás de mí y gritó:
-¡Borracho de mierda! ¡Profesorcillo de pacotilla! Y a ti, ¿quién te va a querer?,
¿quién va a aguantar tus neuras?
Volví a subir, enfurecido, con el brazo en alto, dispuesto a partirle la cara, pero
Ana ya estaba corriendo los cerrojos.
-¡Abre! -grité.
-¡Que te jodan! -respondió ella.
Golpeé la madera de la puerta varias veces con el puño hasta que me cansé y
después de darle un trago a la petaca plateada que solía llevar conmigo, le di un
ultimátum:

-¡Como no te hayas ido antes de que vuelva de la facultad, te mato a hostias!



Está claro que este personaje de Jose Ángel Mañas que empieza su relato con este fragmento
no es un escritor frustrado, es un gilipollas.
Pero es cierto que el mundo está lleno de escritores frustrados, y también de hombres frustrados 
y de mujeres frustradas.

¿Qué se puede hacer con la frustración?

Yo por mi parte voy a seguir echando boletos en la tómbola de la escritura, pero sólo porque 
me gusta el proceso de leer, pensar, intentar expresar. 
Una cosa tengo segura: no pienso pedir más tiempo.



jueves, 11 de julio de 2013

Libro del mes I: Caperucita en Manhattan





Tanto si habéis ido a Nueva York, como si no, os recomiendo este libro de Carmen Martín Gaite que empieza así:

La ciudad de Nueva York siempre aparece muy confusa en los atlas geográficos y al llegar se forma uno un poco de lío. Está compuesta por varios distritos, señalados en el mapa callejero con colores diferentes, pero el más conocido de todos es Manhattan, el que impone su ley a los demás y los empequeñece y los deslumbra. Le suele corresponder el color amarillo. Sale en las guías turísticas y en el cine y en las novelas. Mucha gente se cree que Manhattan es Nueva York, cuando simplemente forma parte de Nueva York. Una parte especial, eso sí.

Se trata de una isla en forma de jamón con un pastel de espinacas en el centro que se llama Central Park. Es un gran parque alargado por donde resulta excitante caminar de noche, escondiéndose de vez en cuando detrás de los árboles por miedo a los ladrones y asesinos que andan por todas partes y sacando un poquito la cabeza para ver brillar las luces de los anuncios y de los rascacielos que flanquean el pastel de espinacas, como un ejército de velas encendidas para celebrar el cumpleaños de un rey milenario.

Pero a las personas mayores no se les ve alegría en la cara cuando cruzan el parque velozmente en taxis amarillos o coches grandes de charol, pensando en sus negocios y mirando nerviosos el reloj de pulsera porque llegan con retraso a algún sitio. Y los niños, que son los que más disfrutarían corriendo esa aventura nocturna, siempre están metidos en sus casas viendo la televisión, donde aparecen muchas historias que les avisan de lo peligroso que es salir de noche. Cambian de canal con el mando a distancia y no ven más que gente corriendo que se escapa de algo. Les entra sueño y bostezan.

Manhattan es una isla entre ríos. Las calles que quedan a la derecha de Central Park y corren en sentido horizontal terminan en un río que se llama el East River, por estar al este, y las de la izquierda en otro: el río Hudson. Se abrazan uno con otro por abajo y por arriba. El East River tiene varios puentes, que unen la isla por esa parte con otros barrios de la ciudad, uno de los cuales se llama Brooklin, como también el famoso puente que conduce a él. El puente de Brooklin es el último, el que queda más al sur, tiene mucho tráfico y está adornado con hilos de luces formando festón que desde lejos parecen farolillos de verbena. Se encienden cuando el cielo se empieza a poner malva y ya todos los niños han vuelto del colegio en autobuses a encerrarse en sus casas.

Vigilando Manhattan por la parte de abajo del jamón, donde se mezclan los dos ríos, hay una islita con una estatua enorme de metal verdoso que lleva una antorcha en su brazo levantado y a la que vienen a visitar todos los turistas del mundo. Es la estatua de la Libertad, vive allí como un santo en su santuario, y por las noches, aburrida de que la hayan retratado tantas veces durante el día, se duerme sin que nadie lo note. Y entonces empiezan a pasar cosas raras...


El problema es que si lo leéis os entrarán unas ganas enormes de ir allí a ver qué cosas raras os pasan a vosotros. La verdad es que no se puede ir a Nueva York todos los días, pero sí de vez en cuando, y mientras se puede ir a otros sitios. Eso sí, cuando vayáis a cualquier lugar, incluso si se trata de la casa de la abuela, contadlo, porque si no se cuenta no es lo mismo.

Antes de iniciar la primera parte del libro, Sueños de libertad, la autora recoge una cita de Elena Fortún en Celia en el colegio:
"A veces lo que sueño creo que es verdad, y lo que me pasa me parece que lo he soñado antes... Además, lo que ha pasado no está escrito en ninguna parte y al final se olvida. En cambio, lo que está escrito es como si hubiera pasado siempre."

Animaos a contar y a escribir, que os dejo hueco en los comentarios.

lunes, 8 de julio de 2013

Escribir libros



"Escribir libros es un oficio suicida."

Gabriel García Márquez


Una de oficios. Contad algo del vuestro o del rato que pasáis haciendo de escritor...

miércoles, 3 de julio de 2013

lunes, 1 de julio de 2013

Antes de morir quiero...


Candy Chang explica muy bien cómo se le ocurrió cambiar la horrorosa casa de su barrio que hay detrás del "Before I die..." y convertirla en lugar de reflexión y participación. También lo podéis encontrar por escrito en su página web, donde también podéis haceros con un kit de instalación del "Before I die..." o de la versión en español, "Antes de morir quiero..."



La gente escribe cosas como: Antes de morir quiero...
... tener novio
... vivir en otro país
... ser juzgado por piratería


... tomarme una foto con Candy Chang
... capturar un unicornio
... ir a Roma
... hacer algo para cambiar el mundo
... decirle a mi madre que la quiero
... criar a mis hijos
... vivir para siempre


Ya sábéis. Antes de morir quiero... (respuestas en los comentarios)