martes, 24 de marzo de 2020

Libros para un encierro I: La madre de Frankenstein

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La madre de Frankenstein

Almudena Grandes


Hace veinte años estuve tres meses trabajando en el psiquiátrico de mujeres de Ciempozuelos. Decir que trabajé quizá sea demasiado porque mi tarea consistía en llegar más o menos a la hora después de recorrer en Cercanías toda la Comunidad de Madrid y cruzar andando Ciempozuelos, esperar en el pasillo según escalafón a que terminara la reunión presidida por la enfermera-monja-jefe, tomar cafés, acompañar a Julio por los jardines y en sus visitas al pabellón de las pacientes con retraso mental (eso sí que era un encierro) y pasar el día en la Unidad de Media Estancia privada en la que eramos pocos pacientes y pocos terapeutas y teníamos que inventarnos qué hacer.
No fue algo memorable. Era un trámite para obtener el título de psiquiatra, pero me habría encantado que existiera este libro.

Os confieso que voy por la página 90 y aún así me atrevo a recomendarlo porque me está encantando. Cuenta la historia de la psiquiatría, la triste historia de la psiquiatría en España, la aterradora historia de España y la oscura historia de Hildegart Rodríguez Carballeira.
Os pongo unos fragmentos:


Oye, papá, ¿puedo hacerte una pregunta?, como esa señora habla tan bien y parece tan normal... No tanto, me interrumpió, cuando la has visto te ha parecido muy rara. Sí, admití, eso es verdad, pero luego, al oírla hablar... No es que no sea rara, pero no todos los raros están locos.


La paranoia es una enfermedad muy misteriosa, porque no afecta a las facultades intelectuales. Los paranoicos se mueven, hablan y hasta razonan como las personas sanas, aunque no sobre las mismas premisas, porque su dolencia distorsiona gravemente la realidad...


¿Y cómo sabéis que los delirios de grandeza van por delante de los persecutorios?, le pregunté. A lo mejor, primero sienten que les persiguen y luego se les ocurre que, si les persiguen tanto, será porque son muy importantes. Quiero decir que no es que se crean que son Napoleón y que por eso les persiguen, sino que... Ya, ya, si te he entendido, me respondió él. Y tienes razón, asintió con la cabeza para concedérmela, yo también me lo he preguntado muchas veces, pero la verdad es que no lo sabemos.