lunes, 21 de enero de 2019

La fiebre de Rosalía



Casi cada vez que escucho a Rosalía, y son muchas porque me encanta, me acuerdo de la otra Rosalía. Me resulta imposible no hacerlo.

En la página de la Fundación Rosalía de Castro tienen esta traducción del poema que da la letra a Amancio Prada en el vídeo de arriba:



Adiós ríos, adiós fuentes

Adiós, ríos; adiós, fuentes;
adiós, arroyos pequeños;
adiós, vista de mis ojos,
no sé cuando nos veremos.
Tierra mía, tierra mía,
tierra donde me crié,
huertecilla que tanto amo
higueruelas que planté.
Prados, ríos, arboledas,
pinares que mueve el viento,
pajarillos piadores,
casitas de mi contento.
Molino entre castaños,
noches de luz de luna
campanitas timbradoras
de la iglesia del lugar.
Zarzamoras de las zarzas
que le daba yo a mi amor
caminos de los maizales
¡adiós para siempre adiós!
¡Adiós, gloria! ¡Adiós, contento!
¡Casa donde yo nací,
dejo mi pequeño pueblo,
por un mundo que no vi!
Dejo amigos por extraños,
dejo vegas por el mar,
dejo en fin, cuanto bien quiero…
¡quién pudiera no dejar!
[…]
Adiós, adiós, que me voy,
hierbas de mi camposanto,
donde padre se enterró,
hierbas que he besado tanto
mi tierra que nos crió.
[…]
Ya se oyen lejos, muy lejos
campanas del manzanal
para mí, ¡ay! pobrecillo
nunca más me tocarán.
[…]
¡Adiós también, ay querida…
Adiós por siempre quizás!
Te digo este adiós llorando
desde la orilla del mar.
No me olvides, ay querida,
si muero de soledad…
tantas leguas mar adentro...
¡Adiós mi casa!, ¡mi hogar!


Adios

domingo, 13 de enero de 2019

Trece maneras de mirar un mirlo




La verdad es compleja. La simpleza nos engaña con facilidad, pero más bien pronto que tarde miramos detrás y descubrimos que no se sostiene.



Si te quiero contar lo que es un mirlo, puedo decirte que es un pájaro negro al que escucho cantar siempre, que más que por el cielo me lo imagino por el suelo haciendo cucús desde un arbusto.

Wallace Stevens, casi el único poeta tardío según Harold Bloom, escribió un poema llamado "Trece maneras de mirar un mirlo". Podían ser siete, trece o mil. Aquí os lo dejo con la invitación de que escribáis otras en los comentarios.



I
Entre veinte montañas de nieve,
La única cosa que se movía
Era el ojo del mirlo.


II
Yo era el de los tres sentires,
Como un árbol
Que contiene tres mirlos.


III
El mirlo giraba en los vientos de otoño.
Una parte pequeña de la comedia.


IV
Un hombre y una mujer
Son uno.
Un hombre y una mujer y un mirlo
Son uno.


V
No sé qué preferir,
La belleza de los acentos
O la belleza de las insinuaciones,
El mirlo silbando
O el instante después.

VI
El hielo ocupó la gran ventana
Con su vidrio bárbaro.
La sombra del mirlo
Lo atravesaba, una y otra vez.
El ánimo
Trazaba en la sombra
Una razón indescifrable. 

VII
Oh, pobres hombres de Haddam,
¿Por qué imaginan pájaros dorados?
¿No ven cómo el mirlo
Vaga entre los pies
De sus mujeres?


VIII
Conozco tonos ilustres
Y ritmos lúcidos, ineludibles;
Pero conozco, también,
Que el mirlo pertenece
A lo que conozco.


IX
Cuando el mirlo se apartó de la vista,
Señaló el margen
De uno de los tantos círculos.


X
Ante la imagen de los mirlos
Volando en una luz verde,
Aun las madamas de la armonía
Gritarían agudamente.

XI
Él viajaba por Connecticut
En un coche de vidrio.
Una vez, el miedo lo atravesó,
Por confundir
La sombra de su equipaje
Con los mirlos.


XII
El río se estremece.
El mirlo estará volando.


XIII
Fue de noche toda la tarde.
Nevaba,
Iba a seguir nevando.
El mirlo se posó
En el cedro, en lo más alto.

 Versión de Yanina Audisio. Aquí está el original
(Esta entrada se publicó el 13 de enero de 2019, a las 13:13, hora de Europa Central)