El otro día encontré en casa de una amiga un ejemplar de El porqué de las cosas que le había regalado en el año 2000. Ya os conté que yo no lo tengo porque siempre lo regalo. Si os preguntáis por la dedicatoria, claro que hay una, si no, de qué me iba a acordar yo que fue en el año 2000, pero oye, no es mía y no estaría bien sacarla aquí.
Pero a lo que vamos, que estamos en nuestro curso de relatos. Hoy un relato dedicado especialmente a Rubén, por haber aguantado todos estos años participando en el blog y por haber hecho alusiones sexuales directas en todos y cada uno de sus textos. Bueno, tal vez exagero cuando digo todos, pero poco. El relato en cuestión es éste:
Los celos
-Me gusta mucho tu polla.
Está extenuada. cierra los ojos. Al cabo de un rato se ha dormido, con la cabeza sobre el pubis del hombre, que no para de pensar en ello. "Me gusta mucho tu polla." "Me gusta mucho tu polla..." ¿Por qué siempre le dice lo mismo? Desde que se conocen ¿cuantas veces se lo ha dicho mientras descansan? Innumerables. En cambio, nunca le ha dicho que le gusta mucho su brazo derecho, o los omóplatos. Siempre lo mismo: la polla. A veces, Tamar la sostiene en la palma de la mano y la frase es diferente:
-Tienes una polla preciosa.
Ahora ella duerme y el hombre se ha vuelto de lado. Para hacerlo ha tenido que apartarle la cabeza. Dormitando y todo, todavía se aferra a ella. Qué manía con la polla. ¿Es que, de él, solo le gusta la polla? Y él, ¿no le gusta? Eso no lo dice nunca. Al principio le había hecho gracia esa dedicación. Era tierna y excitante. Como cuando él le decía: "Me gusta mucho estar dentro de tu coño" Pero poco a poco la cosa fue cobrando un cariz obsesivo. Es cierto que su polla le gusta mucho. Se lo nota en los ojos, en cómo la observa, en el ritmo de las frases, en la manera de enfatizar la palabra "mucho": "muuucho"
A la mañana siguente lo despierta la boca de Tamar acariciandolo. Onán se aparta, como herido.
-¿Qué haces?
-Me gusta mucho
-¿Te gusta mucho?
-Sí. -Hay un instante de pausa-. Me gusta mucho tu polla.
Otra vez lo mismo.
-Si no tuviese polla, ¿me querrías igual?
Lo mira de reojo.
-¿Qué te ha pasado?
-¿Qué quieres que me pase? No hablas de nada más que de mi polla.
-De tu polla.
-A mí nunca me dices si te gusto.
De un golpe seco, le retira la mano. Tamar se levanta. Está preciosa e indignada.
-Te has vuelto loco.
-Loco no. Pero yo también existo. -Y adrede, para que suene ridículo, agrega en tono agudo-: ¿No te parece?
Tamar se apresura a vestirse. Cierra de un portazo. Los pasos de la mujer resuenan escaleras abajo, cada vez más lejos. Onán se sienta en la cama, se pone la mano derecha debajo del miembro, fláccido, lo levanta un poco y lo contempla, entre exasperado y curioso.
¿Verdad que es muy muy bueno?
Pues ahora tenéis tres opciones. Quiero que escribaís un relato y que elijáis como título uno de estos tres:
- Los celos
- Me gusta mucho tu polla
- Me gusta mucho tu coño
No hace falta que lo firméis, pero escribidlo y colgadlo. Lo vais a disfrutar. Ruben, a ti no te animo, porque ya sé que lo vas a escribir y lo vas a firmar, como siempre. Un abrazo.
11 comentarios:
Gracias Josean.
Lo escribiré y lo firmare en tu honor.
Pero me gustan los tres titulos y no se cual elegir, aunque el que menos es el de Los Celos, que no los entiendo,por lo menos de parte del hombre con la mujer. Porque como es bien sabido, es la mujer la que elige, así que el día que no quiera estar contigo es mejor asumirlo, como hemos tenido que asumir muchas veces los del atleti, que un jugador de nuestros amores, se fuera al Madrid, que es mas rica, tiene mas títulos mas limpia, casi siempre visten de blanco y por lo que se ve debe follar mejor.
Me aburre y cansa mucho escribir sobre celos, pollas o coños. La verdad es que los celos son unas malas fiebres que no nos deja pensar, las pollas y los coños, como cuenta muy bien Quim Monzó, son órganos de placer que totemizamos y les damos una importancia sexual exagerada, cuando también tienen otras funciones. A los coños, como cuevas inescrutables para los hombres; y los falos, sometidos al culto fetichista del poder. En realidad, no son más que órganos con terminaciones nerviosas que producen placer ancestral, permitiendo y propiciando la reproducción de nuestra especie. Pero a lo que iba, el órgano sexual más importante, está sobre nuestros hombros, donde empieza y se rompe todo. Por ejemplo:
Muchas noches, cuando duermo sólo, me viene a la mente esa mujer de pelo blanco, que casi siempre lo tuvo blanco, junto con esa mirada profunda y analítica de grandes ojos negros, con los que escrutaba todo, y cuestionaba todo. Que con el tiempo fue decantándose, cada vez más, por la lucha social y política, convirtiéndose en un referente de la izquierda, alabada por muchos.
Yo la recuerdo, sobre todo, por la sexualidad que despertaba sin quererlo, sobre mí, y sé que también sobre muchos otros compañeros. Recuerdo una noche de camaradería política, en que estábamos los colegas de la universidad reunidos planificando una huelga. Se nos hizo tarde y nos quedamos a dormir en la casa de campo de los padres de uno de ellos, donde se celebraba la reunión clandestina.
A pesar de los años pasados, todavía la recuerdo bajando la escalara que llevaba a la habitación donde dormitábamos todos. Con su cuerpo embutido en un liviano camisón blanco, que a contraluz de la escalera, se dibujan sus pechos sin sostén. Se vislumbraban unos senos hermosos, con grandes pezones oscuros, marcando una cintura torneada, seguida de su robusta cadera, no exagerada. Después se acuclilló para tenderse sobre un colchón, y sus formas se tornaron más redondas, exuberantes, como una flor abriéndose.
Ella era poseedora de una belleza física contenida, que quizás despreciaba; nunca pretendía manifestarla. Sobreponía su gran inteligencia, que a muchos compañeros aterrorizaba.
Nunca hubo nada entre los dos, y hoy yo sigo soñando con diferentes versiones de cómo hubiera sido una relación físico-sexual con ella. Ahora ya no tendrá los pechos prominentes, estarán caídos por los años. Sé que llegaron a dar de mamar, y que pasaron por cien manos.
Pero en mis sueños, perdura su imagen lujuriosa, casi siempre en postura de flor de loto sexual. Me llevaré a la tumba su recuerdo, y la pena de no haber jugado con nuestros cuerpos.
Freud leyó el cuento de Monzó y descubrió la envidia del pene
Adriano, dijo Felipe, me gusta mucho tu polla. Me lo creo, tengo una manera de pronunciarlo que a todo el mundo le encanta. Por algo soy granaino.
Sino fuera porque la mujer de tus sueños, tenía el pelo blanco y mi susconciente lo asocia a la Dama del Alba. El relato, esta tan bien narrado, que he estado a punto de cometer actor impuros conmigo mismo.
Felicidades por el relato.
Me gusta mucho tu coño, tan caliente siempre por dentro, dispuesto a abrirse din ningún pudor, ante mis dedos, mi boca, mi pene.
Si pudiera me haría habitante de Lliliput, para estar dentro de él en los día de frío invierno. Descubrir sus pinturas rupestres, sentirme Homo Antecessor. Pero lo que mas me gusta de tu coño, es el cuerpo que lo mantiene vivo y la mente que le dice como y cuando debe segregar la dulce miel, que habita dentro de sus ser.
Jamás un hombre puede dejar de pensar en coños, si es por donde salió a este mundo cruel.
Me gusta mucho tu coño...le excitaba decirle al oído mientras buscaba ávidamente con sus dedos entre el puente que formaban sus piernas...Me gusta mucho tu coño...y ella no se ponía bragas para que pudiera introducirse sin estorbos en cualquier momento, mientras conducía, mientras se besaban apasionados en algún portal oscuro. Me gusta mucho tu coño, le susurraba a sus labios mientras los besaba en tardes de placer regalado, en las que ella se mojaba como si un aguacero hubiese caído inesperado y él era presa de una erección enorme, incontenible que pujaba por entrar hasta lo mas profundo, hasta su cerebro. Me gusta mucho tu coño le seguía diciendo entre gemidos, que se convertían en gritos, en canción...Me gusta mucho tu coño le decía al fin después de correrse ambos en un bucle infinito...y tanto le gustaba que tuvo que salir huyendo.
¡Qué éxito de entrada! ¡Enhorabuena! No hay nada como apelar al sexo para que se renueve nuestra fe en la Literatura.
¿Así que celos, pollas y coños?... ok:
Pasión, Celos, Orgullo y Prejucio
En ese sentido, pensó M, nunca había tenido que preocuparse. Fue su primera novia, se convirtió en su esposa y ahora le sonríe con afecto sincero desde el sofá donde teje una bufanda. Siempre fiel, da la impresión de nunca se planteó siquiera estar con otro hombre. Es como si ya hubiera elegido, él sería el hombre con el que procrearía. Él ha sido el hombre con el que ella ha tenido dos maravillosos hijos. Nunca se le oyó un solo comentario de admiración por la belleza del cuerpo de un actor o deportista, solo los estrictamente dirigidos a su talento. Él no sabe si la ama todavía o no. Solo sabe que está ahí, sonriendo. ¡La ha engañado tantas y tantas veces! Se siente sucio, débil, indigno. Si ella se enterara… creo que se moriría. Él solo busca una pasión que nunca encontró en casa… ni con otras en realidad. Solo busca… y la engaña.
Pero una tarde de septiembre M encontró la pasión que la vida parecía haberle escatimado. Fue en un sórdido cine X. Un grupo de hombres rodeaba a una voluptuosa mujer desnuda. Sus pechos acariciados, su boca penetrada una y otra vez por desconocidos amantes, su cara húmeda del reciente semen, su sexo abierto recibía acogedor a quien quisiera tomarlo. Orgasmo tras orgasmo se dejaba hacer, abandonada al placer más concupiscente. Él se acercó lentamente, masturbándose, excitado con la escena. Cuando comprobó quien era, la incredulidad dio paso a la ira, luego al miedo, luego a los más ardientes celos. Se sintió extraño. Nunca había estado tan excitado, nunca su mujer le había parecido tan bella, tan deseada. La amaba hasta el dolor y sentía que tenía que hacerla suya. Se abrió paso entre los desconocidos. Ella estaba sorprendida, pero le sonreía con afecto y le deseaba. Él miró el sexo entreabierto de su chica, lleno del fruto del placer ajeno.
- Me gusta tu coño - dijo él.
- Me gusta tu polla - dijo ella.
Y M, abrasado por los celos y la pasión penetró a su esposa mientras la besaba, lleno de orgullo.
Me gusta mucho tu polla decía ella y él se reía cada vez. Finalmente, él le mostró el relato de Quim Monzó. Ella le miró con una mirada que fue mitad beso, mitad puñetazo y le dijo. Sí, me gusta mucho tu polla, pero porque es tuya.
Me gusta mucho tu coño, ¡coño!
"Me gusta mucho tu coño", repetía él como un mantra, "me gusta mucho, mucho tu coño". Le gustaba tanto porque le había hecho viajar y conocer otros mundos. Había traspasado una difusa frontera y ya nunca se sentía espectador en su vida.
Una tarde, en un ataque de amor le confesó: "Me gusta tanto tu coño que no quiero vivir lejos de ti. Y lo amo tanto, que hasta podía vivir sin él"
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