miércoles, 14 de octubre de 2009

La solución del asunto Flitcraft I

El texto de El halcón maltés continúa diciendo lo siguiente acerca del asulto Flitcraft tras el plantemiento del caso que os copié el otro día:

—Desapareció —dijo Spade— como desaparece un puño cuando se abre la mano.
Llegaba a este punto su relato cuando sonó el timbre del teléfono.
—¿Diga? —dijo—. ¿Mister Cairo? Habla Spade... ¿Podría usted venir a mi casa, en la Post Street, ahora? Sí, sí, creo que lo es —miró a la muchacha, frunció los labios y añadió rápidamente—: Está aquí miss O'Shaughnessy, que quisiera verle.
Brigid O'Shaughnessy se rebulló en la mecedora, pero no dijo nada.
Dejó Spade el teléfono y dijo:
—Vendrá dentro de unos minutos... Bueno, eso ocurrió en 1922. En 1927 yo estaba trabajando en una de las grandes agencias de detectives de Seattle. Un día se nos presentó mistress Flitcraft y nos dijo que alguien había visto en Spokane a un hombre que se parecía prodigiosamente a su marido. Fui allí. Y, efectivamente, era Flitcraft. Llevaba viviendo en Spokane un par de años bajo el nombre de Charles, nombre de pila, Pierce. Era propietario de un negocio de automóviles y tenía unos ingresos de veinte o veinticinco mil dólares al año, una esposa, un hijo de menos de un año y una buena casa en un buen barrio de las afueras de Spokane. Solía jugar al golf a las cuatro de la tarde durante la temporada.
Spade no había recibido instrucciones acerca de la que debía hacer si encontraba a Flitcraft. Estuvo charlando con él en la habitación del hotel Davenporth. Flitcraft no sentía remordimientos de ninguna clase. Había dejado a su familia en posición desahogada, y su conducta le parecía completamente razonable. Lo único que parecía preocuparle era hacerle comprender a Spade que, efectivamente, se había conducido razonablemente. Nunca había contado a nadie todo aquello, y, por tanto, hasta ahora no había necesitado explicar a ningún interlocutor que su conducta había sido sensata. Y en ese momento estaba procurando hacerlo.
—Bueno, yo le comprendí —dijo Spade a Brigid—, pero su mujer no.

¿Pensáis que termina así o preferís seguir jugando?
Poned lo que sea en los comentarios.

2 comentarios:

Mariajose dijo...

Flitcraft, o tambien conocido por sus congéneres como Gurb, fue devuelto a su planeta de origen en la constelacion de Antares, tanto si quería como si no.
No era la primera vez que tenían que salir en su busqueda y captura. El agente Gurb, que en su anterior visita a la tierra tomó la apariencia de Marta Sánchez, le cogió una aficción absoluta a los churros, tanto es así, que intento regentar una churrería en su planeta, cosa que no cuajó por razones puramente físicas:
su apariencia original prescinde de aparato digestivo.

Marijose

David Ruiz dijo...

La verdad es que aquel hombre era tan locuaz y tenía una forma de hablar tan pausada y suave que lograba engatusarte. Sus palabras, las imágenes que describía, se colaban en mi cabeza a través de unos oídos indefensos rindiéndome así ante sus razonamientos completamente absurdos.

Verá señor Spade – comenzó a hablar colocando su mano en mi hombro – el hombre por naturaleza es un animal polígamo, cualquier macho que persiga la supervivencia de su especie debe serlo. No se trata de una búsqueda egoísta del placer sexual sino de mejorar en lo posible el género humano. Dios me ha concedido un don y ese don es el de manejar bien el dinero siendo un cabeza de familia responsable y cabal. Como usted entenderá señor Spade – yo a esas alturas ya entendía lo que fuera – este don no se puede echar a perder porque las bases de la sociedad americana que me ha tocado vivir sean católicas y monógamas ¿Sabia usted que en ciertas culturas el que un prohombre de su sociedad disfrute de varias mujeres lleva siendo digno de alabanza desde hace siglos? Yo simplemente desaparezco porque no aspiro a cambiar la mentalidad de todo un país, pero todo un país no puede esperar que desperdicie el talento que me ha sido dado simplemente porque su sociedad es moralmente corta de miras.

Mire señor Flitcraft – le interrumpí – Dios le ha concedido un don, pero no es el que usted cree, se trata de una labia y una verborrea insoportables. Y usted las ha puesto al servicio de su polla, lo cual me parece estupendo, creame. Pero a mi no me pagan por convencerlo para que vuelva, si no por encontrarle, y ese trabajo ya está hecho. Simplemente quería advertirle de que su mujer, la de Tacoma [se lo aclaro por si ha perdido ya la cuenta], se dirige hacia aquí. Espero que ella sea más comprensiva con el gran favor que le está haciendo al género humano.

Pero presuntamente no lo fue. A la mañana siguiente el señor Flitcraft amaneció muerto en su casa a las afueras de Spokane. Le habían cortado la lengua y el pene y le habían llenado el culo con billetes de diez dólares. El crimen fue tan desconcertante que el caso se archivó a los pocos meses. Nadie tenía ni idea de quien pudo haber hecho semejante salvajada con el pobre Charly Pierce.