lunes, 15 de febrero de 2016

Las Variaciones Goldberg, un ejercicio



Mientras pensaba en lo que iba a contaros escuchaba esta versión de las Variaciones Goldberg y recordaba la primera versión de Glenn Gould, de 1955, endiablada y embriagadora. El CD lo compramos juntos mi novia y yo hace veinte años. Aunque no estoy totalmente seguro de que fuera así.

El primer recuerdo seguro en el que aparecen las Variaciones en mi vida tiene que ver con un libro de Ada Salas, Variaciones en Blanco, Premio Hiperión en 1994. Antes de empezar con sus poemas, la autora contaba que había escrito el libro escuchando las Variaciones Goldberg. En aquella época me gustaba ver quién ganaba los premios a los que me presentaba sin éxito. Entonces no entendí por qué se lo dieron a aquella mujer y no a mí. Ahora sí. Pero bueno, casualmente ahora también la he conocido a ella, pero ésa es otra historia.

Los poemas de aquel libro son así:


DEJA EN MI PECHO
un fruto.
             Ofréceme
                              tu fiera



                              semejanza.




FRENTE A MI.

Como se alza esta sed
solitaria

                 columna

erguida sobre el mar de mi batalla.



COMO CALLA LA NOCHE.

           Poderosa.
     
           Quietísima.

Fulgen sólo estos ojos
que diran lo que han visto.




Tal vez la segunda o tercera referencia decisiva viniera de unos amigos pianistas y locos del piano -supongo que si no no se puede ser pianista- que me hablaron de la versión de Glenn Gould de 1981, la del vídeo de arriba (disculpadme la publicidad que interrumpe a Glenn que canta y baila mientras toca). Esta versión, que dura diez minutos más que la anterior es algo que no se puede parar de escuchar. Creo que hablamos de ella en París, casi seguro en unas noches de finales de 1997 en las que no teníamos tele y sólo podíamos pintar y charlar. El presupuesto nos daba para alcohol en pequeñas cantidades salvo el día que hicimos una sangría para la comunidad española y en cuanto a otras drogas, sólo el poco polen que nos mandaba el Jota por carta. Parece increíble, pero lo mandó por correo ordinario y llegó. Lo malo es que a David, que era el destinatario de la carta, se le cayó a la moqueta y bueno... Creo que los pianistas no tocaron las Variaciones pero es posible que tocaran El clave bien temperado, también de Bach, y seguro que tocaron Las Gimnopedies de Satie. De hecho hasta me enseñaron los primeros compases de una de ellas. Mientras dibujábamos y pintábamos nuestras cosas, los cuatro hablábamos de todo y seguro que entonces, a falta de estimulantes químicos, uno de los pianistas mencionó lo flipante que era escuchar a Bach en general y la segunda versión de las Variaciones Goldberg de Glenn Gould en particular. Aquellas noches nos alimentábamos bien, porque la olla exprés que habíamos subido en el coche cumplía su función y cuando terminábamos de cenar, limpiábamos la mesa y, si no nos interrumpía alguna viandante desamparada con bebé incluido, que para eso estábamos en un bajo, pintábamos. David no había tocado un pincel en su vida, pero los artistas puros es lo que tienen, que les das un pincel o lo que sea y te la lían. Era impresionante lo que pintaba aquel muchacho con los acrílicos que le había regalado otro amigo. Recuerdo sobre todo dos pinturas, una de una ciudad laberíntica y cálida y otra de un coño que era bastante más psicodélico e inquietante que El origen del mundo de Courbet que por cierto conocimos entonces porque llevaba dos años expuesto en el museo dOrsay (es digno de mención que lo adquirió Lacan, precisamente en 1955 y sólo llegó al Estado Francés y a la luz como pago a Hacienda por los derechos sucesorios del psicoanalista). En ese ambiente no es extraño que a mí me diera por pintar una vidriera gótica que representaba una colorida felación, pero la historia de esa vidriera no es lo que nos trae hoy aquí.

Un par de años después de aquellas noches salvajemente artísticas todos estábamos en nuestras rutinas, en general no tan rutinarias como serían después, y yo salía de guardia. Todos los que han trabajado de noche conocen la sensación. Has sobrevivido a pesar del trabajo y de no dormir apenas y te sientes agotado y exultante a la vez, rozando la hipomanía. Se me ocurrió entrar a la tienda de discos y libros que había en Juan Bravo, Crisol. Muy mala idea. Y ¡horror! estaban en oferta las obras de Glenn Gould. Compré el CD de las Variaciones Goldberg de 1981 y de rebote El clave bien temperado entero, las Partitas (alucinantes) y no sé qué conciertos más. Unos 10 CDs. Me gasté lo que había ganado en la guardia, pero me pareció una buena idea.

Desde entonces, las dos versiones de Glenn Gould de Variaciones Goldberg viven conmigo.

El caso es que en estos veinte años, David y yo nos habremos visto dos o tres veces, pero el otro día me lo encontré cruzando un paso de cebra en la plaza de San Bernardo y nos contamos la vida. Yo le hablé de mi libro que el tío ya se ha comprado en Amazon y se ha leído lleno de entusiasmo, como es él para todo; y él me contó que estaba terminando una versión electrónica de las Variaciones Goldberg. Desde ese día hemos cruzado mensajes y me ha contado una historia preciosa en la que sale su padre. También me puso el otro día un verso en el Whatsapp que me pareció bueno y que me inquietó. Lo leí unas cuantas veces:

Llévame por sorpresa donde quiero ir

Al rato caí. Lo había escrito yo hace, eso, veinte años, y sí que me llevó por sorpresa donde quería ir, aunque no lo supiera un minuto antes. Resulta que no eran tan malos los poemas que escribía.

Y ahora espero que él me pase su versión y que vosotros nos contéis qué relación tenéis con las Variaciones Goldberg. No sé si él utilizará vuestras historias para su disco, pero quién sabe.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué tiempos aquellos. Fué una suerte inmensa que Pere Rojo fuera a nuestra casa en Paris. Yo en aquella época solo veía, obsesivamente, 88 blancos y negros, pero llegó Josean, y nos hizo entender que en el arte hay muchos más colores. Lo primero que hizo nada más llegar fué darnos una ostia en toda la frente; nos puso en la parez el famoso " si volviera a vivir nuevamente" de Borges. Así, como si nada.
Me zarandeó de tal forma que, como a las ondas gravitacionales de Einstein, todavía me dura la vibración.
Por las mañanas, mientras los demás no podíamos ni levantarnos, Él, se marchaba tan contento a desayunar escritura a un bar cercano. El más cutre y triste que recuerdo ver en Paris, con desvencijadas mesas verde hospital y contrachapado de madera asquerosa a media altura, lleno de cojos, tuertos y jorobados que te miraban como diciendo "qué coño haces aquí". Allí encontraba el tío su inspiración, y volvia a casa lleno de trofeos, unos increíbles poemas a medio camino entre Pessoa y Angel González. Yo, que siempre me gustó mucho la poesía, alucinaba. Había ido a Paris para intentar mejorar mi técnica pianística, pero, embriagado por su inspiración, comenzé entonces a pintar y a escribir más que a tocar el piano. Por supuesto a mi profesora, no le hizo mucha gracia, y se puso bastante celosa. Una mañana, después de una noche de esas salvajemente artísticas, aparecí en su clase medio dormido y, como una vidente, me dijo:"el único problema que tiene Usted con el piano es que no quiere ser un Profesional"... La verdad es que lo de "el único problema", era una exageración pero, qué razón tenía. Me vino entonces a la cabeza el pianista de "El carnaval de los animales" de Saint-Saëns, y decidí entusiasmado que era mucho más divertido ser un aprendiz de cualquier arte que un profesional. Le dije que hablara con Josean si quería entenderlo, pero como estaba encadenada le fué imposible ni salir de casa. Además, por miedo a los contagios, no podía cojer el metro sin guantes, por lo que era una causa perdida.
En fin, como el mayor enemigo de la intensidad es la extensión, llegó el día en que Jose tuvo que partir. Nos dejó en medio del salón que no teníamos, un pozo azul insondable, que cavó con las uñas sin enterarnos, con un cartel que decía: " A bucear chicos", y la receta de un arroz con verduras que a día de hoy sigo haciendo mucho. Un arroz que sabe como es él, sencillo y profundo a la vez.
Poco a poco fuí retomando la disciplina y conseguí acabar mis estudios de piano con cierta dignidad, y ahora puedo ganarme la vida gracias a ello, pero ya nada sería igual. Como es muy humilde, estoy seguro de que no es conciente de lo que provocó en mí, así que ya va siendo hora de que lo sepa.
Una vez más, Gracias Maestro!

Anónimo dijo...

Perdón por los fués y demás lindezas del lenguaje, es que soy muy burro.

BRAGAOMEANO dijo...

Joder, que biografía tan llena de matices. Mi vida al lado de la vuestra, parece del color que sale de mezclar el negro con el blanco. Es lo que tiene empezar a trabajar desde muy joven, todos los días no lectivos, que te pierdes tu adolescencia. Y como sigo trabajando en lo mismo, aunque he vivido y he viajado, no es lo mismo cuando unos es joven y se hace todo con una ilusión que a mediana edad, no te hace el mismo efecto psicologico. En cuanto a las variaciones del tal Goldberg, siento deciros, que ni frío ni calor, desconocía de su existencia hasta este preciso momento. Lo escuchare algún Domingo por la mañana, cuando la mala costumbre de madrugar, me deje un hueco.