Los argumentos de Quim Monzó son la mitad de sus relatos. Por ejemplo, su novela La magnitud de la tragedia cuenta la historia de un hombre que sufre una erección descontrolada. Pero volvamos a los relatos, porque, como pasa con Millás, los relatos de Monzó son tan buenos, que al leer sus novelas uno quizá espera demasiado.
Hoy os traigo otro cuento de El porqué de las cosas. Se titula "La determinación":
Por la tarde, la mujer fatal y el hombre irresistible se encuentran en un café de paredes color ocre. Se miran a los ojos; saben que esta vez será la última. Desde hace semanas, a uno y otra se les viene haciendo evidente la fragilidad del hilo que los ha unido desde hace más de tres años y que los hacía llamarse a todas horas, vivir el uno para el otro; una agitación tal que ni las tardes de domingo eran aburridas. Ahora el hilo está a punto de romperse. Ha llegado el momento de poner en duda el amor que se tienen y, en consecuencia, acabar.
Antes se veían casi todos los días, y cuando no se veían se llamaban por teléfono. En las últimas semanas apenas se han visto tres veces, y los encuentros no han sido alegres. Sin habérselo dicho, los dos saben que el encuentro de hoy es para despedirse irremisiblemente. Han llegado a tal grado de compenetración que a ninguno de los dos le hace falta explicitar que se aburre; los dos se percatan simultáneamente. Se cogen de la mano y recuerdan (cada cual para sí, en silencio) la perfección fornicatoria a que han llegado últimamente: ellos mismos se maravillan. No es extraño que al lado de semejantes acrobacias el resto de sus vidas les parezca insípido. Toma café, se dicen adiós y se va cada uno por su lado. Ella se ha citado a cenar con un hombre; él se ha citado a cenar con una mujer.
Después de los postres, la mujer fatal tarda una hora y media en irse a la cama con el hombre con el que se ha citado. El hombre irresistible tarda tres en irse a la cama con su acompañante. Ambos se descubren haciéndolo con tanto torpeza que se emocionan. ¡Qué pasividad! ¡Qué impericia! ¡Cuánta ansiedad! ¡Cuanta impaciencia! Les queda por recorrer un camino muy largo antes de llegar con los nuevos amantes a la perfección a la cual han dicho adiós esta tarde, con un café.
El ejercicio de hoy consiste en imaginar un argumento con dos arquetipos que pondremos frente a frente. En el relato de arriba son la mujer fatal y el hombre irresistible, pero vosotros tenéis que imaginar otros y hacer que surja algo entre ellos.
La mujer desordenada y el hombre que tenía su ropa clasificada por colores se quedaron encerrados en un ascensor de los antiguos....
El hombre lobo se cruzó con la chica depresiva a la que el médico había recomendado tomar baños de sol por su trastorno estacional. Él volvía y ella iba...
El hombre que tenía fobia al agua conoció por casualidad a una sirena...
La mujer impulsiva conoció al psicópata de turno...
El aprendiz de escritor se encontró con su musa una tarde de invierno...
11 comentarios:
El aprendiz de escritor se encontró con su musa una tarde de invierno. Desde aquel día solo deseaba estar con ella, las ideas geniales surgían a borbotones en su cerebro, los más apasionados poemas de amor se escribían solos y se iban amontonando, nunca recitados, nunca leídos, jamás escuchados, en un rincón de su mente. Desde esa dichosa tarde de invierno, el aprendiz de escritor jamás volvió a coger un bolígrafo o a pulsar un teclado. No podía apartar sus ojos de los de su musa, por temor a perder la inspiración.
El hombre que tenía fobia al agua conoció por casualidad a una sirena. Por suerte, a ella también le gustaba el vino.
La Sra. Manuela había sido ingresada en el hospital por un ictus. Ahora ya hablaba y comía bien, su estado mental era de total consciencia pero se mostraba totalmente desinhibida; ella, que había sido tan recatada y pudoroso, ahora usaba un lenguaje directo y sin tapujos, decía lo que se le antojaba. Tenía el problema de que su brazo derecho y su pierna derecha no obedecían. La estaban preparándo para trasladarla a la unidad de rehabilitación, para someterla a ejercicios de recuperación. Mientras la sacaban de la cama articulada y la ponían en la silla de ruedas dijo: Tengo dos hijos, Daniel que es muy listo y estudioso, es catedrático en la universidad, en cambio Javier es un seductor. Yo siempre he querido a los dos por igual, pero Javier es especial. La auxiliar, María, y la joven enfermera en práctica, Ana que ayudaba, se miraron y rieron. María dijo: Que cosas tiene Ud., Sra. Manuela, pero yo también me quedaba con el seductor. Ana, la estudiante, preguntó: ¿El que estuvo ayer por la tarde de visita, no era el catedrático, verdad?
J. Rocha
Continuarlo...
La ministra que seguía los protocolos y el Consejero de Sanidad que linchaba auxiliares de enfermería quedaron en un despacho para hacer una lista con todos los profesionales médicos que criticaban sus gestiones públicas. Una lista tan oscura como sus almas, tan negra como las tarjetas bancarias que llenaban sus carteras. Mientras tanto, un virus mortal mutaba.
Quiero felicitar a Rafael Martínez Sainero por sus aportaciones a este club. Muy buenos sus textos.
El hombre invisible quiso conquistar a la mujer barbuda. Evidentemente no podía utilizar su atractivo físico, así que decidió emplear la pericia de sus dedos. Y funcionó. La mujer suspiró de amor cuando, con suma delicadeza, él le atusó las barbas.
El aprendiz de escritor quedó muy agradeció a la persona anónima que le había felicitado. Escribir no tiene sentido si no se es leído - pensó. Y consideró que poder escribir en un Club como este era algo mejor que un privilegio... ¡Era una gozada! Y aquello le animó a seguir escribiendo.
Gracias.
El hombre maravilloso, ignorante de su condición, conoció a la mujer que iba aprender a volar, ignorante de su condición. El futuro esperaba, ignorante.
El contador de historias se enamoró de una Princesa escapada de un cuento y escribió un relato mágico donde ella quiso quedarse a vivir para siempre, aunque nunca hubo perdices... Quizá justo por eso...
El hombre de ojeras prometedoras se fijó en la mujer madura apetecible que le sonreía. Se enamoraron.
Se acercó y rozó su espalda desnuda con el frío vaso. Ella disimuló un escalofrío, imperceptible bajo la falda. Se desearon.
Ella vio cómo otra mujer le devoraba los labios y él vio cómo las manos de otro hombre medían sus curvas. Sintieron celos.
La mujer le miró con desprecio y el hombre despreció su mirada.
Se odiaron.
La siguiente copa la tomaron juntos. Se pidieron disculpas, se rieron y disfrutaron de la calidez de la amistad.
Se admiraron mutuamente.
Al despedirse, los ojos de ambos hablaron en un lenguaje íntimo y coincidieron:
"una vida de amor cabe en dos horas"
Publicar un comentario