martes, 15 de julio de 2014

Pessoa transgeneracional


Mi primer trabajo fue de socorrista en una piscina de un club privado. Estuve un par de semanas y me aburrí un poco, aunque tuve un gran éxito entre las niñas de diez años, algo terrible para un chaval de 16. Lo más grave que atendí fue una picadura de avispa. Luego me haría médico. 
Con la pasta que gané que era poca, pero mucha para mí, me compré una guitarra y un libro de Pessoa en el que estaba el poema que hay debajo. Había visto un fragmento en el periódico y me pareció precioso y la verdad absoluta, si es que eso podía existir. 
Ese libro es de los más importantes de mi vida. Si tuviera que elegir un puñado de libros, ése sería uno de ellos. Con veinte años me lo llevé a Galicia y un cantautor alcohólico se lo quiso apropiar y lo guardó en su mochila. Yo le eché valor y le dije que me lo devolviera antes de bajarnos del expreso que nos devolvió a Madrid. Era mío y no suyo. Me costó, pero lo tenía claro.
Hace unos días, mi hijo, que también cumple ahora mismo 16 años, me trajo esta postal de Portugal.


Bastante Metafísica hay en no pensar en Nada.

¿Qué pienso yo del mundo?
¡Yo qué sé lo que pienso del mundo!
Me pondría a pensarlo si enfermara.

¿Qué idea tengo de las cosas?
¿Qué opinión es la mía sobre causas y efectos?
¿Qué he meditado sobre Dios y el alma
y sobre la creación del Mundo?
No sé. Pensarlo es para mí cerrar los ojos
y no pensar. Es correr las cortinas
de mi ventana (que no tiene cortinas).

¿El misterio de las cosas? ¡Qué sé yo qué es el misterio!
El único misterio es que haya quien piense en el misterio.
Quien está al sol y cierra los ojos
al principio no sabe qué es el sol
y piensa muchas cosas llenas de calor.
Mas abre los ojos y ve el sol
y no puede ya pensar en nada
porque la luz del sol vale más que los pensamientos
de todos los filósofos y de todos los poetas.
La luz del sol no sabe lo que hace
Y por eso no yerra y es común y es buena.

¿Metafísica? ¿Qué metafísica tienen esos árboles?
La de ser verdes, la de tener copa y ramas,
y la de dar fruto a su hora, y eso no nos hace pensar
que no sabemos darnos cuenta de ellos.
¿Habrá mejor metafísica que la suya
de no saber para qué viven
ni saber que no lo saben?

«Constitución íntima de las cosas»…
«Sentido íntimo del universo»…
Todo eso es falso, todo eso no quiere decir nada.
Increíble, que se puedan pensar cosas así.
Es como pensar en razones y fines
cuando empieza a rayar la mañana y allá por la arboleda
un vago oro lustroso va perdiendo oscuridad.

Pensar en el sentido íntimo de las cosas
es sobreañadir, es como pensar en la salud
o llevar un vaso al agua de los manantiales.

El único sentido íntimo de las cosas
es el de no tener íntimo sentido alguno.

No creo en Dios porque nunca lo he visto.
Si él quisiera que yo creyese en él
vendría sin duda a hablar conmigo,
y cruzada mi puerta, casa adentro,
me diría: ¡Aquí estoy!

(Esto tal vez suene ridículo al oído
de quien, por no saber qué sea el mirar a las cosas,
no entiende al que habla de ellas
con el modo de hablar que el fijarse en ellas nos enseña.)

Pero si Dios es las flores y los árboles
y los montes y el luar y el sol,
¿por qué llamarle Dios?
Le llamo flores y árboles y sol y luar y montes;
porque si él se hizo, para que yo lo viese,
sol y luar y montes y árboles y flores,
si ante mí aparece como árboles y flores,
y luar y sol y flores
es porque quiere que yo le conozca
como árboles y montes y flores y luar y sol.

Y por eso obedezco
(¿qué más sé yo de Dios que Dios no sepa de sí mismo?).
Le obedezco al vivir tan espontáneamente
como quien abre los ojos y ve,
y le llamo luar y sol y flores y árboles y montes,
y le amo sin pensar en él,
y lo pienso al ver y oír,
y ando con él a todas horas.



En realidad esto lo firma Alberto Caeiro, uno de los heterónimos de Pessoa. ¿Queréis ser vosotros también un nuevo heterónimo y firmar un texto sobre la metafísica? En los comentarios tenéis la oportunidad.

2 comentarios:

BRAGAOMEANO dijo...

La palabra en cuestión, solo la logro relacionar con el sexo, meta por meter, física por el milagro que se produce cuando en el miembro viril, sus cuerpos cavernosos se llenan de sangre para conseguir la penetración. Es acojonante como sube su longitud multiplicada por 5 y su grosor se triplica. Aunque Pessoa, no tiene mucha pinta de practicar este tipo de metafísica, tiene pinta de ser el portugués triste que recorre las calles húmedas de Lisboa, mientras el sonido de Fado sale de las tabernas.

Anónimo dijo...

Las palabras pueden ser tan inútiles como una hoja en blanco. Pessoa jugaba con las palabras sobre las hojas en blanco.
¿Para qué sirve el jugar?
¿Para qué sirven las palabras?
Perder el tiempo es ganarlo…y ganar, es perder el tiempo.
Palabras vanas y la vanidad no es nada sin el Eclesiastés 1:2.
Hoy que las canas me crecen, y las palabras me sobran…quiero pensar más como Pessoa.
No hay palabras que lleguen a ser como mi puesta de sol, o el mar que sueño… Y Dios… qué pinta Dios en la vida, si no está, ni se le atisba, ni se le espera.
Dioses y hombres se confunden en el tiempo y en el horizonte.
Todo lo que vi, no fue nada. Todo lo que anduve, no fue nada; solo polvo en el camino… y barrer de nuevo, para mañana volver a barrer.
¿Para qué este afán de oponerse a la entropía?
Solo me queda “Carpe diem”, aunque sea mientras barro y contemplo la puesta de sol.
jemart