jueves, 11 de julio de 2013

Libro del mes I: Caperucita en Manhattan





Tanto si habéis ido a Nueva York, como si no, os recomiendo este libro de Carmen Martín Gaite que empieza así:

La ciudad de Nueva York siempre aparece muy confusa en los atlas geográficos y al llegar se forma uno un poco de lío. Está compuesta por varios distritos, señalados en el mapa callejero con colores diferentes, pero el más conocido de todos es Manhattan, el que impone su ley a los demás y los empequeñece y los deslumbra. Le suele corresponder el color amarillo. Sale en las guías turísticas y en el cine y en las novelas. Mucha gente se cree que Manhattan es Nueva York, cuando simplemente forma parte de Nueva York. Una parte especial, eso sí.

Se trata de una isla en forma de jamón con un pastel de espinacas en el centro que se llama Central Park. Es un gran parque alargado por donde resulta excitante caminar de noche, escondiéndose de vez en cuando detrás de los árboles por miedo a los ladrones y asesinos que andan por todas partes y sacando un poquito la cabeza para ver brillar las luces de los anuncios y de los rascacielos que flanquean el pastel de espinacas, como un ejército de velas encendidas para celebrar el cumpleaños de un rey milenario.

Pero a las personas mayores no se les ve alegría en la cara cuando cruzan el parque velozmente en taxis amarillos o coches grandes de charol, pensando en sus negocios y mirando nerviosos el reloj de pulsera porque llegan con retraso a algún sitio. Y los niños, que son los que más disfrutarían corriendo esa aventura nocturna, siempre están metidos en sus casas viendo la televisión, donde aparecen muchas historias que les avisan de lo peligroso que es salir de noche. Cambian de canal con el mando a distancia y no ven más que gente corriendo que se escapa de algo. Les entra sueño y bostezan.

Manhattan es una isla entre ríos. Las calles que quedan a la derecha de Central Park y corren en sentido horizontal terminan en un río que se llama el East River, por estar al este, y las de la izquierda en otro: el río Hudson. Se abrazan uno con otro por abajo y por arriba. El East River tiene varios puentes, que unen la isla por esa parte con otros barrios de la ciudad, uno de los cuales se llama Brooklin, como también el famoso puente que conduce a él. El puente de Brooklin es el último, el que queda más al sur, tiene mucho tráfico y está adornado con hilos de luces formando festón que desde lejos parecen farolillos de verbena. Se encienden cuando el cielo se empieza a poner malva y ya todos los niños han vuelto del colegio en autobuses a encerrarse en sus casas.

Vigilando Manhattan por la parte de abajo del jamón, donde se mezclan los dos ríos, hay una islita con una estatua enorme de metal verdoso que lleva una antorcha en su brazo levantado y a la que vienen a visitar todos los turistas del mundo. Es la estatua de la Libertad, vive allí como un santo en su santuario, y por las noches, aburrida de que la hayan retratado tantas veces durante el día, se duerme sin que nadie lo note. Y entonces empiezan a pasar cosas raras...


El problema es que si lo leéis os entrarán unas ganas enormes de ir allí a ver qué cosas raras os pasan a vosotros. La verdad es que no se puede ir a Nueva York todos los días, pero sí de vez en cuando, y mientras se puede ir a otros sitios. Eso sí, cuando vayáis a cualquier lugar, incluso si se trata de la casa de la abuela, contadlo, porque si no se cuenta no es lo mismo.

Antes de iniciar la primera parte del libro, Sueños de libertad, la autora recoge una cita de Elena Fortún en Celia en el colegio:
"A veces lo que sueño creo que es verdad, y lo que me pasa me parece que lo he soñado antes... Además, lo que ha pasado no está escrito en ninguna parte y al final se olvida. En cambio, lo que está escrito es como si hubiera pasado siempre."

Animaos a contar y a escribir, que os dejo hueco en los comentarios.

3 comentarios:

BRAGAOMEANO dijo...

Me acuerdo : Cuando aprovechando que
Ava Gagner estaba borracha y no tenía hombro en el que llorar ese día, en el clásico Chicote de la Gran vía.
La acompañe a su habitación, llevándola agarrada como si fuéramos recién casados.La deje caer suavemente sobre la cama. Y dormí con ella, sin que ella lo supiera. Por la mañana, cuando la primera luces entraban por la ventana, abandone la habitación, dándole antes un beso en la mejilla, como un padre a su niña, para darle las buenas noches, aunque aquel día eran buenos días.

P.d: Es una fabulación, y hubiera yo querido, haberlo vivido o haberlo podido soñar en esa época.

jesús rocha dijo...

Nueva York y especialmente Manhattan es una ciudad para caminar, de hecho sus habitantes caminan mucho y de priesa, sin mirar a nadie. Todos corren, menos los turistas que fotografiamos. Manhattan produciría tortícolis vertical, si quisiéramos contemplar constantemente el cielo. Lo que más me llamó la atención fueron sus depósitos de agua con sobreros de chinos sobre los edificios, seguro que es por una extraña ley municipal, a la que son tan aficionados los vecinos de esta rara ciudad.

Hildegarde dijo...

Great!