sábado, 10 de enero de 2009

Dos horas después

La letra de esta canción de Sabina la firman él y Caballero Bonald. El poeta contaba el otro día en la radio que él había compuesto inicialmente la letra como un bolero, pero que luego Sabina le cambió algúnos versos, tal vez por aquello de compartir la autoría (eso decía él). Así que el ejercicio propuesto hoy es cambiar alguna de las estrofas o incluso el estribillo, eso sí, respetando la estructura métrica y de rima...



Dos horas después

La tarde consumió su luego fatuo
sin carne, sin pecado, sin quizás,
la noche se agavilla como un ave
a punto de emigrar.

Y el mundo es un hervor de caracolas
ayunas de pimienta, risa y sal,
y el sol es una lágrima en un ojo
que no sabe llorar.

Tu espalda es el ocaso de septiembre,
un mapa sin revés ni marcha atrás,
una gota de orujo acostumbrada
al desdén de la mar.

Y al cabo el calendario y sus ujieres
disecando el oficio de soñar
y la espuela en la tasca de la esquina
y el vicio de olvidar.

Por el renglón del corazón
cada mañana descarrila un tren.
Y al terminar vuelta a empezar
dos horas después de amanecer.

Tiene la vida un lánguido argumento
que no se acaba nunca de aprender,
sabe a licor y a luna despeinada
que no quita la sed.

La noche ha consumido sus botellas
Dejándose un jirón en la pared.
Han pasado los días como hojas
de libros sin leer.


(Nos vemos el sábado a las 11 en la biblioteca)

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Alegría en los viejos corazones
por la gran nieve que este invierno
llena los campos y las calles pero
a Gaza no olvidar.

El rostro de los niños arrincona
crisis, paro, hambre, otras guerras.
Israel qué regalas en Navidad,
qué nos distes de cenar.

Toño dijo...

La madrugada rumia sus desvelos
no se decide por lo que es real.
Apostaría al rojo desganada,
siendo negra la verdad.

Este sueño no encuentra su alacena
y en nubes azules no logra escapar,
huele a mares y a lluvia y a mañana,
no es ni agua ni sal.

Por el suspiro de la brisa
cada tarde desespera usted
y al empezar, vuelta a acabar,
dos y dos y dos y después tres

Anónimo dijo...

Nieve, nieve blanca y trasparente,
en el frío invierno mi soledad calientas.
Copo a copo mides el tiempo.
Cómo te echamos de menos en los otros inviernos.

Anónimo dijo...

La muerte es la última caída,
falso desplome sin importancia,
nuestra clara llamada silenciosa.
casi sin ruido.

Cierra mudas puertas y ventanas
sin cerraduras, goznes ni pestillos.
Abre las incógnitas para todos,
olvido perdido.

Despliega inconciente santo edén
para los que esperan ir al cielo,
ningún sueño alegre da a malos
y a descreídos.

David Ruiz dijo...

La soledad es cruel como aliada
siempre apunta a los ojos y al corazón
tocada como una amante despechada
sin boca y sin razón

Qué importa lo que nos traerá el mañana
si se agotaron las reservas del amor
si no quedan palabras adecuadas
ni fuentes de calor

Perdidos en una fe tan franquiciada
mentidos en nombre de algo superior
le están pidiendo que parta la baraja
al mejor jugador

Quisiera que fuera verdad
lo que nunca pudimos ver
para poder marchar al mar
dos horas después de amanecer

Anónimo dijo...

Guiado por Wislawa Szymborska:

Nadie cree ya en el cielo,
La tierra es pequeña,
perdida e innecesaria.
El hombre esta solo, girando a puerta cerrada.
La vida es ciencia ficción perdida en el cosmos.
El vacío infinito todo lo empapa.
¿Dónde estabas Dios, que no me vistes?

Anónimo dijo...

Cuando se te hace demasiado grande
la puerta que ves,
y no llegas a su pomo
y te inclinas sobre tus pies.
Y te preguntas quién eres
y te preguntas por qué
y te contestas un hombre
y te respondes no sé.
Cuando te vacías de vacio,
cuando pretendes despertar
y no recuerdas las preguntas
necesarias para volar.
Cuando tu moral se topa
con esas puertas giradas
que desesperan de noche
y acompañan madrugadas.
Es entonces, y sólo entonces,
cuando tus manos se desatan
y gritas con todas tus fuerzas:
"Dios, qué tremenda resaca".

Marijose.

Anónimo dijo...

La lluvia nos pilló desprevenidos,
confiábamos a ciegas en el sol,
creímos que jamás se acabaría
lo que teníamos tú y yo.
El tiempo que caía entre los dedos,
aquel que no veíamos caer,
era el tiempo de sembrar y echar raices,
para después recoger.
Cuando mi espalda encontró la tuya
sabíamos que no había marcha atrás.
Cojiste un camino que no era el mío
y nos despedimos sin más.
No pierdas los murmullos compartidos
porque en ellos se encuentra nuestra historia,
royendo nuestros huesos descarnados,
vacíos de memoria.

Marijose

BRAGAOMEANO dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
BRAGAOMEANO dijo...

Dos horas antes

El día consumió su última luz
sin aceite, sin pescado, sin mañana,
la tarde alza el vuelo como un águila
a punto de partir

Y el universo es un hervir de almas
ayunas de merienda, azúcar y mar,
la luna es un ojo bien abierto,
que no sabe parpadear

Tus pies son el principio del Otoño,
el mapa de tu vida, con idas y venidas,
una gota de vino en el altar,
acostumbrada al trajín de un bar.

Y el tiempo pasa cadencioso y sin pesar,
perdonando el pasado y sin soñar
y las botas encima de la mesa
y mi cabeza no para de olvidar.

Por las vías de tu corazón
todas las mañanas descarrilo yo
y al terminarse las vías vuelvo a empezar
dos horas después de cenar.

Tiene la existencia un pérfido argumento
que no se acaba nunca de llorar,
sabe a vinagre y a sal,
sabe a agua de mar.

Nuestro hígado ha depurado las botellas
dejando un jirón en nuestras almas.
han pasado los días como los
coches de línea llegan a la ciudad.

Anónimo dijo...

Un regalo:
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