jueves, 24 de abril de 2008

Apócrifos

Karel Capek, otro genio de la literatura atropellado por el siglo XX, nos regaló una obra llamada Apócrifos que en esta ocasión nos presta nuestra biblioteca de Guadalajara. En esta obra se visitan momentos estelares (o no tanto) de la historia en los que el autor no narra las cosas como fueron (eso nadie lo sabe), sino como podían haber sido. Y el ejercicio consiste en eso, en elegir un hecho de la historia y contarlo tal como nos parezca. El ejemplo de Capek se llama:

La muerte de Arquímedes

En realidad, esa historia de Arquímedes no fue exactamente como la cuentan. Desde luego, es cierto que lo mataron los romanos cuando entraron en Siracusa, pero no es verdad que entrara en su casa un soldado romano para saquearla ni que Arquímedes, embebido en sus dibujos geométricos, le gritara enfadado: ¡No deshagas mis círculos! En primer lugar, Arquímedes no era un profesor distraído, que no sabe lo que ocurre a su alrededor. Por el contrario, era por su naturaleza un verdadero soldado e inventó para Siracusa máquinas de guerra que se usaron para la defensa de la ciudad. En segundo lugar, aquel soldado no era ningún ladrón embriagado, sino un culto y ambicioso capitan del Estado Mayor llamado Lucius, que sabía con quién tenía el honor de hablar; y no había entrado para saquear, sino que ya en la misma puerta saludó militarmente diciendo:

–¡Salud, Arquímedes!

Arquímedes levantó la vista de las tablillas recubiertas de cera sobre las que estaba dibujando y dijo:

–¿Qué ocurre?

–Arquímedes –explicó Lucius–, sabemos muy bien que sin tus máquinas de guerra Siracusa no habría resistido ni siquiera un mes. Así hemos tenido faena durante dos años. No creas, nosotros los romanos sabemos apreciar eso. Magníficas máquinas. Te felicito.

Arquímedes hizo un gesto con la mano:

­–Por favor, ¡si no son nada de particular! Máquinas ordinarias para lanzar... una especie de juguete. Científicamente no tienen ninguna importancia.

–Pero militarmente sí –dijo Lucius–. Oye, Arquímedes, he venido a pedirte que trabajes con nosotros.

–¿Con quién?

–Con nosotros, los romanos. Debes saber que Cartago está en decadencia. ¿Para qué seguir ayudándoles? Ahora vamos a acabar con Cartago en un abrir y cerrar de ojos, ¡ya verás! Todos vosotros haríais mejor en ser nuestros aliados.

–¿Por qué? –gruñó Arquímedes–. Nosotros, los siracusanos, somos una nación griega. ¿Por qué habríamos de aliarnos con vosotros?

–Porque vivís en Sicilia y nosotros la necesitamos.

–¿Y por qué la necesitáis?

–Porque queremos dominar el Mar Mediterráneo.

–¡Ajá! –dijo Arquímedes, y miró pensativo su tablilla–. ¿Y para qué lo queréis?

–El que es señor del Mar Mediterráneo –dijo Lucius– es señor del mundo.

–¿Acaso tenéis que ser señores del mundo?

–Sí, la misión de Roma es convertirse en señor del mundo. ¡Y te digo que lo será!

–Quizá –respondió Arquímedes, mientras borraba algo en la tablilla recubierta de cera–. Pero yo no os lo aconsejaría, Lucius. Oye, ser señor del mundo... Eso os llevará un día a tener que defenderos terriblemente. ¡Lástima de trabajo que os dará!

–No importa; pero seremos un gran imperio.

–Gran imperio... –murmuró Arquímedes–. Si dibujo un círculo, ya sea pequeño o grande, siempre será un círculo. Otra vez están aquí las fronteras... Nunca estaremos sin fronteras, Lucius ¿Piensas que un círculo grande es más perfecto que un círculo pequeño? ¿Crees que eres mejor geómetra si dibujas un círculo grande?

–Vosotros, los griegos, siempre jugáis con los argumentos –objetó el capitán Lucius–. Nosotros mostramos nuestra razón de otro modo.

–¿Cómo?

–Con hechos. Por ejemplo: hemos conquistado vuestra Siracusa, ergo Siracusa nos pertenece.¿Es una prueba convincente?

–Lo es –dijó Arquímedes rascándose la cabeza con el estilo–. Sí, habéis conquistado Siracusa, pero ya no es ni será aquella Siracusa que fue hasta ahora. Era una grande y gloriosa ciudad, Lucius. Ahora ya nunca será grande. ¡Lástima de Siracusa!

–En cambio, Roma será grande. Roma tiene que ser la más fuerte de todo el círculo terrestre.

–Y ¿por qué?

–Para poderse sostener. Cuanto más fuertes somos, más enemigos tenemos. Por eso tenemos que ser los más fuertes.

–En lo que respecta a la fuerza –murmuró Arquímedes–, yo soy un poco físico, Lucius. Y te diré una cosa: la fuerza ata.

–¿Qué quiere decir eso?

–Es una ley, Lucius. La fuerza, que produce sus efectos, ata. Cuanto más poderosos seáis más necesitaréis de vuestra fuerza. Y un día llegará el momento...

–¿Qué ibas a decir?

–¡Nada...! Yo no soy profeta, hombre; sólo soy un físico. La fuerza ata. No sé nada más.

–Oye, Arquímedes, ¿no quieres trabajar con nosotros? No tienes idea de las grandes posibilidades que se te presentarían en Roma. Construirías las mayores máquinas de guerra del mundo...

–Debes perdonarme, Lucius; yo ya soy viejo y todavía quisiera trabajar en una o dos de mis ideas... Como ves, en estos momentos estoy dibujando algo.

–Arquímedes –repitió Lucius–, ¿no te atrae conquistar con nostros el gobierno de todo el mundo? ¿Por qué guardas silencio?

–Perdona –murmuró Arquímedes, inclinado sobre su tablilla–, ¿qué has dicho?

–Que un hombre como tú podría conquistar el poder mundial.

–Ejem... el poder mundial –dijo Arquímedes abstraído–. No debes enfadarte, Lucius, pero yo tengo aquí algo más importante que hacer, ¿sabes? Algo de más duración , algo que, verdaderamente, perdurará.

–¿Qué es?

–¡Cuidado! ¡No deshagas mis círculos! Esta es la manera de calcular la superficie de un sector de círculo.


Mas tarde fue dada la noticia de que el sabio Arquímedes, perdió la vida por casualidad.

(1938)


4 comentarios:

David Ruiz dijo...

LA MALDICIÓN DE NORMA JEAN

Mientras Norma Jean Mortensen flotaba boca abajo en su piscina de Hollywood este fue el último pensamiento que se le paso por la cabeza justo antes de morir “al final me has ganado la partida Marilyn Monroe”. Y es que Marilyn Monroe ya era la maldición de Norma Jean antes de que ésta se convirtiera en Marilyn Monroe. Nunca supo, ni siquiera de joven cuando trabajaba en el restaurante de su ciudad natal, si los hombres que la rodeaban, incluidos sus amigos, la consideraban algo más que una cara bonita. Por eso buscó siempre esposos o parejas de inteligencia reconocida esperando encontrar en ellos la mirada blanca, la sensibilidad que les permitiera apreciar a Norma Jean por lo que era y no por como era. De las mujeres nunca pudo esperar nada ya que el deseo de los hombres conlleva el recelo de sus esposas, hermanas y madres.

Esa imagen de chica frívola e ingenua que había adquirido haciendo películas podía echarla abajo con cinco minutos de conversación pero el deseo febril de los hombres, contra eso no había lucha posible. Muchos de ellos se iban a la cama con Marilyn pero despertaban al lado de Norma Jean, y era Norma la que tenía que recoger los pedazos del mito roto de entre las sábanas. Ese rostro y ese cuerpo que eran una bendición acabaron por alejarla de cualquier relación sincera y franca con un ser humano, y lo peor era que Norma Jean era lo suficientemente lista como para ser consciente de su situación. Maldita Marilyn Monroe, me has costado la vida.

Entre tanto dos agentes especiales del servicio secreto limpiaban afanosamente sus propias huellas de un frasco de calmantes “Que lástima agente Johnson, acabar de esta manera por enamorarse de la persona equivocada” dijo uno de ellos en mitad de un suspiro “No se equivoque agente Smith – replicó el otro – esto no tiene nada que ver con nuestro presidente. En esta nuestra amada patria, sobrada de peligros, podemos permitir que las mujeres hermosas hagan uso de su belleza para conseguir sus propósitos y que las mujeres inteligentes vayan a las universidades para desarrollar una carrera, pero que haya mujeres bellas e inteligentes es un lujo que no podemos permitirnos. Demasiado poder para una sola persona”. Y ambos suspiraron por la muerte de Marilyn.

David Ruiz dijo...

ISAAC NEWTON OBSERVA UNA MANZANA

Todos creen que a Isaac Newton una de las leyes más esenciales de la física, la Ley de la Gravedad, se le ocurrió cuando una mañana de verano, leyendo folletines bajo un manzano casualmente una de las frutas al caer le golpeó en la cabeza. En la física no existen las casualidades. Cierto que la manzana tuvo mucho que ver en el desarrollo de los acontecimientos pero no de esa manera.

Isaac Newton sabía, o intuía, que en este universo no existía el azar, el destino o el karma al menos en los términos en que de ellos se hablaba en aquellos tiempos. Como dijo tiempo más tarde Albert Einstein “Dios no juega a los dados”, el destino era un concepto empleado para rellenar los huecos que dejaba el profundo desconocimiento del ser humano con respecto al mundo que le rodea. Isaac Newton sabía, o intuía, que en este universo todo está definido mediante ecuaciones, fórmulas, reacciones químicas que determinan con exactitud cada proceso, desde las ráfagas de viento que soplan, soplaron y soplarán en Wisconsin hasta el ciclo vital de aquel manzano plantado en la puerta de su casa. Por eso durante muchos años, día tras día, Isaac se asomaba al porche a observar al manzano, tomaba los datos de temperatura y humedad del aire, medía la longitud de las ramas, anotaba los días de sol y de lluvia, estudiaba el color de las flores y de las frutas una vez maduraban, todo ello intentando buscar una fórmula que le diera la fecha exacta en la que la manzana caería del árbol. Así estuvo durante unos veinte años juntando miles de datos que anotó en cientos de libretas pero ninguna de las ecuaciones que desarrolló predecía de manera ni siquiera aproximada ninguna de las reacciones del árbol.

Cierto día de invierno junto a la chimenea Isaac fumaba en su pipa de madera de nogal mientras su mujer y su hija tejían una manta de lana. La pequeña intentaba desenmarañar un ovillo de color rojo “así no – le dijo su madre a la niña – de lo simple a lo complejo, para desenredar algo siempre hay que ir de lo simple a lo complejo”. Estas palabras fueron en realidad la manzana que golpeó la cabeza de Isaac Newton. Habiendo dado ya hace tiempo por imposible su investigación a cerca del proceso de maduración del manzano Isaac le dio al tema una vuelta más “bueno, vamos a lo evidente, que es lo que si puedo predecir con toda seguridad año tras año, que las manzanas caerán y lo harán en el suelo”, entonces Isaac Newton cambio todos sus planteamientos y de algo simple llegó a la, evidente aunque compleja, Ley de la Gravitación Universal.

Tras éste Newton arrebató varios secretos más a la madre naturaleza realizando importantes avances, sobre todo en el campo de los fluidos. Newton le ganó muchas parcelas al destino con la satisfacción personal que supone un logro importante y el desencanto que conlleva el descubrir el truco en un espectáculo de magia. Y es que Dios no juega a los dados porque qué emoción tiene jugar si siempre sabes cual va a ser el resultado.

David Ruiz dijo...

LA OSADÍA DE CRISTÓBAL COLÓN

Cristóbal Colón sabía que a la derecha de la Reina Isabel de Castilla se encontraría sentado su consejero espiritual, prelado de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, así que no podía irrumpir en aquella sala de buenas a primeras y soltar que podía demostrar que la Tierra era redonda. No solo no conseguiría el oro para financiar su viaje sino que además acabaría el resto de sus días en un calabozo o en el mejor de los casos en la hoguera.

“Tenéis tiempo hasta el almuerzo que será en breve” le susurró al oído el secretario real. Cristóbal Colón carraspeó levemente “Majestades, excelencias, ilustrísimas personalidades de este consejo, me presento ante ustedes hoy para solicitar a las Coronas de Castilla y Aragón apoyo económico para mi expedición”. En la sala nadie le prestaba atención, las doce personas que allí se encontraban hablaban de sus temas en pequeños corrillos “¿Y cual es el propósito de esa expedición? Si puede saberse, claro, maese Colón” le preguntó el prelado sentado a la derecha de la Reina Isabel sin ni siquiera mirarle.

- Me propongo encontrar otras vías de llegada a las Indias.
- ¿No os gustan las actuales? - preguntó el prelado.
- Siempre las puede haber mejores.
- ¿Más cortas?
- No se sabrá hasta que se encuentren y se recorran.
- ¿Se presenta aquí maese Colón, ante los Reyes de Castilla y Aragón, salidos de una larga guerra con apenas recursos, a solicitar fondos para una expedición científica? ¿He entendido bien? Que osadía.
- Así es, quería ofrecerle esta gran oportunidad a estos insignes dirigentes antes que a los reyes de Portugal, Italia o Francia.

Entonces Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, y todos los que a su alrededor se encontraban, clavaron de inmediato sus ojos en Cristóbal Colón. Éste, que al entrar no llevaba más que una intuición encima, salió de la sala del trono con tres carabelas, tripulación y recursos suficientes para dos meses de viaje. Mientras caminaba por el pasillo de palacio hacia la salida con una sonrisa de oreja a oreja masculló entre dientes “hay pueblos que son tan predecibles”.

Anónimo dijo...

DAVID HA MUERTO

Colocó sus manos frias, pero él notó calor. Removió los mechones inertes de su frente, pero Miguel Angel sintió movimiento en su pelo. Bajó los pálidos párpados sin vida, pero Miguel Angel Buonarroti podía ver el brillo de sus ojos.
Sólo él. Sólo el artista veía la vida latente en el cuerpo sin vida de David. Y quiso demostrar al mundo entero que David no estaba muerto.
Y quiso que viviera eternamente, que cuando aquellos que cerraron su tumba estuvieran enterrados a su lado, él continuara siendo bello y admirado por todos los que tuvieran la suerte de verle.
Y Miguel Angel Buonarroti consiguió que, tras quinientos años de la muerte de David, nos sigamos enamorando de la vida que desprende por cada poro de piedra de su piel.

Mariajose