lunes, 8 de abril de 2019

Ha muerto Ferlosio, ¿Qué haremos ahora?




Ha muerto Ferlosio, ¿Qué haremos ahora?

Os dejo con dos textos suyos que aparecen en el libro de la imagen, bendito libro.


Vendrán más años malos
y nos harán más ciegos;
vendrán más años ciegos
y nos harán más malos.
Vendrán más años tristes
y nos harán más fríos
y nos harán más secos
y nos harán más torvos.


Ortodoxia

(Usos.) A ninguna palabra se le pide ya ningún otro orden de verdad que el que pueda pedírsele a la hora. La verdad que se pide a los relojes consiste en que cada uno de ellos diga la hora que están diciendo los demás. Cuál tiene que ser ésta, es algo arbitrariamente convenido. Pero en la misma medida en que la exigencia de verdad se ha reducido a esto, tanto más poderosa y prepotentemente se afana en exigirlo. Por eso a lo que se atiende es a la fisonomía y el aspecto externo de una frase, al aire de familia de un decir, a su valor de gesto en un determinado código de convenciones, como las caracterizaciones del vestido, por las que cada cual suele vestirse —o disfrazarse— de aquello por lo que quiere ser tomado, del tipo por el que quiere pasar, del personaje que desea representar. El que no quiere ser tomado por algo que desprecian o reprueban aquellos a quienes quiere agradar o por quienes desea ser aprobado y aceptado se guardará muy bien de decir una palabra que sea característica de aquellos por los que no desea ser tomado. Tener ideología no es tener ideas. Estas no son como las cerezas, sino que vienen sueltas, hasta el punto de que una misma persona puede juntar varias que se hallan en conflicto unas con otras. Las ideologías son, en cambio, como paquetes de ideas preestablecidos, conjuntos de tics fisionómicamente coherentes, como rasgos clasificatorios que se copertenecen en una taxonomía o tipología personal socialmente congelada. Sólo hay unos cuantos tipos de persona, y cada cual desea ser reconocido por aquellos a quienes pertenece. Esta es la única función de las ideologías; y las ideas, encerradas en paquetes tales, se ven supeditadas a ese único y tristísimo papel.

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