sábado, 20 de agosto de 2011

El síndrome de Sthendal





Os juro que estando en la misma Florencia que le provocó temblores y palpitaciones a Sthendal por puro placer estético o afectación yo no he sentido exactamente lo mismo. Quizá se deba a los miles y miles de turistas como nosotros que atestaban calles, monumentos, museos y mercados. Bueno, miento, a los pies del David sí que me sentí bien y no debió ser únicamente por el fresquito que hacía en comparación con la calle. Ese muchacho imponente de 5 metros de alto y esa mano sujetando la honda que era la de un hombre de casi 10 metros. Una mano capaz de tumbar un gigante.
¿Cuál es vuestra relación actual o pasada con el síndrome de Sthendal?
Saludos desde Italia.

5 comentarios:

David Ruiz dijo...

tardé más de tres horas en subir el jultayu y en la cima me esperaba mar de nubes. no me importó. recorrí el camino dos veces pero al final no quemé mis botas. me aseguraron que hiciese lo que hiciese no ardería en el infierno. bueno, eso ya lo veremos. me asomé al malecón de la habana borracho y por un momento creí ver gente feliz traficando con medicamentos. en atenas visité la cuna de la democracia y ya no quedaban hojas de reclamaciones. quise reflotar un imperio en roma pero la ciudad ya tenía dueño. es una lástima, tan bonita y malversada. jugué al póker en las vegas y perdí contra una anciana que me dijo sorry aunque no era cierto. bueno, así son los americanos. allí es todo enorme, lástima que el cartón piedra no provoque el síndrome de sthendal. en oporto me dejé bigote y pedí callos fríos, pero no supieron de qué les hablaba. y cada primavera he estado ahí para ver florecer las rosas de la plaza cervantes. todo ello lo cambio por una foto oscura, difuminada, borrosa, que me muestre el sexo y el futuro.

Mª José dijo...

FLORENCIA

Primer capuchino. Galería de la Academia.
“De ese mármol defectuoso haré un gigante”. Buonarroti. Olor a pan. Timbres de golosas bicicletas. Calzadas con ruido de pueblo. Adoquines anti-glamour. Una cúpula al final de la calle. Más bicicletas cargadas de libros. Estudiantes. Turistas. Mundo. Erasmo.
Un helado de vainilla, por favor.
La historia del cristianismo tallada en una puerta que no se abre. Un campanille que es como una torre. Quiero ese monedero de piel, gracias. Escaparates sin descubrir. Papel florentino, papel que pesa. Una flor de lis dibujada en mi café. Camareros artistas. Arte en las plazas. Estatuas en los soportales. Museos-palacios, palacios-museos. Jardines de Alicia. Primavera de Boticelli.
Un monte que corona un río.
Un río que bebe del atardecer. Música clandestina sobre un viejo puente. Vuelvo al hotel pero no sé que regreso. Madera oscura y cromados.
Ya no pesa mi mochila. ¿Dónde estoy?

En Firenzze.



Mª José Olivares.

BRAGAOMEANO dijo...

Es mi espinita, que me falta que quitar de mis viajes a Italia.
Aunque la belleza, que no sea viva hace años que me dejo de emocionar. Me emociona un toro bravo, me emociona la faena de un torero después de domeñar las embestidas de un toro bravo e integro, me emociona la música en directo, me emociona cualquier belleza femenina, que me cruzo por la calle. Un golazo, convertido en obra de arte, cualquier deportista que en además de lucha y esfuerzo crea arte en su disciplina.
Pero lo inerte, lo que no tiene latido, me gusta o no me gusta, pero no me emociona. Aunque las primeras veces que sentí como latía con fuerza el corazon en mi pilila, fuerón gracias al Interwiu y los desnudos de la época.
No creo que sienta el sindrome de Sthendal, aunque quizas Florencia lo haga posible.
De momento, la mayoría de obras de arte que había visto en foto o en video, cuando las he visto insitu, me han parecido más pequeñas y menos impresionantes, desde la Piedad de Miguel Angel, a la Capilla Sixtina.
Quizas el acueducto de Segovia sea el único que no me ha defraudado

Jesús Rocha dijo...

Soy lo que soy; mi todo y nada, algo parecido a un alma. Una hoja descansando en una rama de un árbol del mundo. Poco me muevo, según mis instintos, lo mejor que tengo. Desde la copa veo sus profundas raíces. Yo soy el que soy, y no pretendo ser más, sólo pido que el aire me abanique, poder ver el lejano horizonte y recordar algún momento intenso que me hiciera sentir el síndrome de Sthendal, sería las visita a Machupicchu, que realice hace años, sintiendo la tierra temprana del camino paralelo al río Urubamba, subiendo la antigua senda que lleva a las ruinas, y llegando, respirando ese aire perdido en el tiempo. Único, extraordinario, por todo: por donde está situado, por lo imposible de sus formas y diseño, por sus colores y ambiente, por la paz que irradia. Un día pasado en sus alturas es irrepetible y es siempre diferente, con su cielo cambiante, con sus historias inventadas para cada piedra incrustada en la naturaleza, colgadas de los riscos, en estructura armónica de andenes y ruinas; donde, en algún momento, el hombre quiso trascender como los cóndores. Piedras, aire y verde, un cuadro perfecto. Hay que andarlo todo Y si se puede, volar… llegar en un amanecer por el camino del Inca, desde la puerta de entrada Intipunku, subir el Huaynapicchu, con cuidado ante la caída mortal.
Al recordarlo, siento conmigo viajar al mundo, y lo común que tiene con el aire que respiro, y el minutero, y el segundero que paran… ¡Todo el tiempo del mundo está allí! Arrastro mi pasado, la historia… la vida.
Cuando la última noche llegue, me dormiré, tierra, en tu regazo… tú me taparás con tu manto verde y alguna partícula de polvo de los andenes de Machupicchu, que habrá cruzado el mar océano, me hará renacer. Se elevará mi cuerpo por las raíces de las plantas que me cubran… !Savia hacia el cielo! Mi voz se irá con el viento, las copas de los árboles moverán mis recuerdos y regresaré a volar sobre Huaynapicchu, después, atravesaré el colador de las estrellas. Y en un punto luminoso, descansaré en la nada infinita. Pero todavía queda tiempo para ello. ¡Vivamos el momento! ¡Los cielos, las nubes, el viento! ¡Todavía puedo golpear la tierra! ¡Palpar, reír, llora, hablar…mirar! Todavía tengo un cuerpo mortal y divino, mezcla de agua, vino y tierra. Todavía hay hierro en mis venas, y copos de nieve en mis huesos.

David Ruiz dijo...

Enorme Jesús, increíble lo que has colgado. Me guardo algunas frases, no te preocupes que si las utilizo indicaré que son tuyas.