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Evidentemente el ejercicio que proponemos hoy es escribir una carta de amor y el que lo desee la podrá enviar al concurso que recoge la anotación anterior.
El problema está en que el concepto “carta de amor” resuena en nuestra cabeza con diversos significados no exactamente compatibles, cuando no claramente contradictorios. Cuando uno teclea “Cartas de amor” en google salen cartas como éstas que empiezan más o menos de este modo: “Te quiero en lo más profundo de mi alma, de mi ser.. de mi vida. Te quiero como no quise nunca, pues hasta que no te conocí, no conocí el verdadero significado del verbo amar...” Luego siguen más o menos así un rato y terminan repitiendo lo mismo: “En fin, te quiero y cualquier palabra no podría expresar este sentimiento. Lo comprobarás... queriéndome.” En este caso con un toque más o menos ligero de amenaza (no perderse la carta titulada te necesito que aboga por la dependencia). La ventaja que tienen estas misivas que invaden nuestro imaginario colectivo y definen tópicamente nuestra idea de amor es que valen para cualquier enamorado/a aunque no sea nuestro. Si nos fijamos no van dirigidas a nadie, valdrían igual para mi primo que para mi abuela, y eso no es una virtud.
Una carta de amor es otra cosa mucho más grande y más personal. En el sentido más amplio, todo poema de amor es una carta de amor. Podríamos decir que una carta de amor es un mensaje que se escriben dos personas que se quieren o que se han querido en la que se habla de su amor o de su desamor y en la que se habla de su relación, de sus deseos, de sus frustraciones y no de tópicos vacíos de borrachera de amor romántico. Si una carta de amor que escribimos nos sonroja dentro de unos meses no es una carta de amor, es una patraña. Si en una carta de amor no hacemos referencias a caricias, sentimientos, objetos o situaciones personales tampoco es una carta de amor.
Me costó encontrar cartas de amor de verdad, pero en la red también hay y merece la pena leerlas:
ejemplo 1, ejemplo 2, ejemplo 3.
La próxima reunión presencial es el día 8 de marzo, jornada de reflexión, a las 11 de la mañana en la biblioteca de Guadalajara.