Cuando llegamos a vivir a nuestra antigua casa, a la vecina, una señora octogenaria vestida de negro, le faltó tiempo para darnos la bienvenida y empezar a hablarnos mal de los otros vecinos del rellano. Según su relato, las hijas de estos vecinos entraban en su casa cuando ella salía a hacer la compra para utilizar el teléfono y hablar con sus novios ocasionándole un gasto importante en su factura de teléfono. Todo era creíble. Nos contó detalladamente cómo fue que les dejó las llaves una vez y los otros debieron hacer una copia. Ella sabía perfectamente cuándo entraban porque había sutiles rastros que a ella no se le escapaban. Un día le revolvían un cajón y desaparecía una joya, otro echaba en falta dinero en metálico. Nosotros nos miramos y pensamos que vaya suerte la nuestra, que dónde nos habíamos metido. Después conocimos a los supuestos piratas y a sus hijas y resultaron ser gente encantadora, pero en aquel momento estábamos preocupados. Teníamos que haberle preguntado cuánto dinero le gastaban de teléfono o si no habría sido ella la que había revuelto el cajón y luego lo había olvidado, pero todo lo contaba con una vehemencia y un grado de certeza que nos convenció. Bueno, nos convenció un rato hasta que nos dijo que también le entraban a robar pequeñas cantidades de detergente. Aquello era demasiado. Nadie entra a una casa a robar un vaso de detergente salvo si es la casa de un paranoico.
La vida del paranoico es dura, muy dura y si no, que le pregunten a
Schreber. Hay grados, desde luego, pero sentir que todos los demás te quieren hacer mal no debe ser agradable. El paranoico se ha criado normalmente en un medio en el que todos desconfían, en el que siempre se espera lo peor, en el que las amenazas están más presentes que las alegrías, las caricias o el amor. Y lo peor de todo, el paranoico está tan seguro que es muy difícil que cambie, porque no termina de escuchar.
Pensaréis que ser paranoico es algo horrible, y no os falta razón, pero también tiene sus ventajas. Hoy, en el Día de la Salud Mental no voy alabar las virtudes de serlo, pero, por ejemplo, se puede decir que:
Ser paranoico es horrible, pero te engañan menos que a la
otra gente
Ser paranoico es horrible, pero eso sí, siempre tienes
razón
¿Se os ocurren más finales para esta frase?
Ser paranoico es horrible, pero...